7

1.3K 47 1
                                        

Narra Malú

Su cuerpo abrazando el mío, era todo lo que había deseado en el tiempo que estuvimos separadas, en todo lo que había soñado en las noches de invierno o de lluvia. Su magia se volvía mía, y era vida. No quería desvanecer todo aquello, no quería irme de su lado, ni que todo pasara sin más.

Acaricié su mano, que aún rozaba mi vientre y me desviví por reconocer su piel y su textura. Que bonita era así sin más.

Me giré, con cuidado, para poder observarla. Mis dedos ahora experimentaban su rostro dormido, y adoraban como se relajaba y se convertía en un angel. ¿Cómo podía vivir sin tenerla así, todos los días, levantandome y no poder observarla en la mañana?

Deslicé mi mano por su hombro y se movió un poco, mientras su ceño se fundía muy graciosamente. La puto adoraba.

El sonido del móvil desvaneció todo lo que temí. La realidad volvía. Lo cogí para no despertarla, y me acerqué a la ventana.

- ¿Se pueda saber dónde estás? Estoy super preocupado. - expresó Gonzalo.

- En casa de Alejandro, ayer no tuve un buen día con la discografía, y vine aquí.

- Me podías haber informado, ¿no? - estaba enfadado, podía notarlo.

- Lo se, y lo siento. Pero de verdad, no tenía cabeza para nada... - suspiré, sin más.

- ¿Qué pasó? - su voz se suavizó.

- Cuando llegue a casa te cuento, mejor.

- Vale, pero sabes que puedes contar conmigo para lo que seas pequeña.

- Lo se, muchas gracias cariño. Cuando llegue a casa hablamos.

- Te quiero.

- Y yo. - expresé cerrando los ojos y evitando el momento. Colgé.

Me tomé un tiempo para procesar todo aquello.

Me giré, y la volví a encontrar ahí. Había cambiado la postura, pero seguía con una paz que me tranquilizaba.

Me acerqué a su cuerpo, y ahora fui depositando besos por todo su cuerpo. Sabía que adoraba que la despertarán así...

- Venga, marmota. - volví a mi recorrido. - Gorda, arriba. - yo mismo me asusté al volver a llamarla así, significaba mucho para ambas.

- shhhh!!! Calla ya.

- Pero si no estás dormida. - rodé los ojos.

- A ver, ¿y eso como lo sabes? - se giró, y ahora estábamos cara a cara. No pude evitar mirar descaradamente sus labios.

- Por tu voz, la reconozco cuando te acabas de despertar, lista. - reí.

- Ah muy bien, me parece estupendamente. - la notaba rara, estaba siendo un poco más borde de lo normal.

- ¿Te has levantado de mal humor o qué? - dije, lo más natural posible.

- No, pero no me gusta que me despierten. - ahora mirada al techo de la habitación.

- Mentira, adoras que te despierte.

Ninguna de las dos dijo nada más, creando así un silencio incómodo y agotador.

- ¿Bajamos a desayunar? - soltó Vanesa, mientras se levantaba de la cama.

- No me apetece, no tengo hambre. - volví a la posición fetal.

- Pero si no has comido nada. Alejandro me ha dicho que ayer tampoco probaste bocado alguno. - protestó.

- Pero no tengo hambre. - me giré.

- Malú... - funció el ceño y cruzó los brazos.

- Malú nada vale, no tengo hambre y punto. Y si no quiero no como. - había sonado más borde de lo que imaginé , pero sabía por dónde iba.

- Siempre con lo mismo, joder. No puedes vivir toda la vida sin comer. - suspira, y da varias vueltas en el mismo lugar. - Pues si no quieres que te ayuden, no se que hago aquí...

- la interrumpí - ¿Te pedí que me salvarás? ¿Te lo pedí? ¿Te dije que vinieras? - alcé la voz.

- Eres una cría y una mimada, que lo sepas.

- Muy bien, ya será problema mío... - rodeé los ojos, y cogí la ropa que estaba en el sofá.

- No, no es problema tuyo solo, ¿vale? Estas logrando que todos perdamos el tiempo y nos preocupemos...

- Pues deja de perder el tiempo conmigo, y vete con tu puta novia, que se ve que te quiere mucho. Y, déjame en paz. - grité, y la miré a los ojos.

- Pues si, es lo que debí haber hecho hace mucho, como tú con Gonzalo... - Vane me evitó, y ahora me daba la espalda. Su tono también había aumentado.

- A Gonzalo ni lo menciones... Que me ha dado mucho más que tú, y en menos tiempo. - me arrepentí de aquellas palabras justo apenas después de decirlas - Además, si lo hiciste, fuiste la primera en buscar por ahí, y dejar de luchar. - se empieza a reír de una forma irónica. - ¿Se puede saber de que coño te ríes? - tenía un carácter que odiaba tanto a veces.

- De ti, y de tu manera de cederle la culpa de los problemas a los demás. - me jodían sus putas palabras. Y me dolía mucho, porque sabía que era verdad, que todo esto era mi culpa.

- ¿Yo? Claro, la chica valiente siempre enfrenta los suyos. - dije, con igual ironía.

- Pues si, - me miró a los ojos, y pude encontrar en ellos rencor - no fui yo la que dejó todo esto - nos señaló - por no tener el valor de gritar que estabamos juntas y, luchar... Esa sí que no fui yo.

- Si si claro. Culpa mía todo. Lo siento su majestad por ser cobarde. Aunque la que me dejaste fuiste tú...

- Si, y fue lo mejor que pude hacer en mi vida. Haz logrado solo restarme aire y vida...

Dios, aquellas palabras se clavaron en mi como la muerte. Quería quitar mi rabia entre golpes, pero no tenía ganas ni para ello. Otra vez, no tenía ganas ni para seguir adelante.

- Pues verte ya joder. - mis lágrimas ahora inundaban mi cuerpo, y me hacían sentir mucho peor que ayer. Esto era real, era todo lo que temí jamás, ser nada más que problemas para ella, me destruía por dentro. La quisé, pero lo hice mal.

Y la vi irse, otra vez, gracias a mis miedos y mi carácter. La vi difuminarse entre mis ojos llorosos y mis ganas de quedarme ahí. No pude retenerla otra vez. No pude salir a agarrarla y decirle todo lo que sentía y deseaba. Decirle que la amé, la amaba y lo haría siempre. Que ella y yo estábamos destinadas y que quería luchar, está vez, por entendernos y descifrarnos, por conocernos de nuevos.

Aprender a (sobre)vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora