Capítulo 6

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Sobre la orilla del río que bajaba desde la montaña, la escarcha y la nieve acumulada solo era un desdichado aviso de la crudeza del invierno

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Sobre la orilla del río que bajaba desde la montaña, la escarcha y la nieve acumulada solo era un desdichado aviso de la crudeza del invierno. En Storm, el clima no era un impedimento para realizar deportes al aire libre. Y los pálidos jóvenes recorrían gran parte de la extensión del río bordeando su costa. Sus mejillas se enrojecían como una granada. Sus ojos brillaban cristalinos sin derramar una lágrima. Su aliento formaba figuras en el aire con cada paso fuerte que marcaban en la fina capa de nieve. Sus delgados uniformes de deporte los camuflaban idénticamente con el paisaje. En primavera, cuando las aguas del río corrían fluidamente, practicaban remo, tenían clases de polo y equitación en la pista hípica. En invierno, era temporada de esgrima dentro de los muros del colegio, o rugby, que exigía de la fortaleza de los muchachos en cualquier situación climática. Era una actividad que los volvería hombres, y fortalecería los lazos de equipo de un mismo grupo social.

 Era una actividad que los volvería hombres, y fortalecería los lazos de equipo de un mismo grupo social

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Leopold Frank llevaba la delantera de todo el curso. Su flequillo rubio flameaba con su velocidad. Aunque quisieran, nadie lo alcanzaría, era el capitán de todos los equipos. Al contrario, Alex iba en último lugar, sin poder igualar a sus compañeros, sobre todo, porque iban en ascenso por la rivera. Su pecho clamaba oxígeno. Y tanto André como Elián, relativamente al medio de los demás. Nadie se veía afectado, tanto como él.

Al cabo de unos treinta minutos, con el corazón en la boca y el pecho desbocado, Alexander logró llegar a la meta, cuando ya todos estaban allí. Los tres amigos estaban apartados, contra un árbol, platicando de manera animada. Alex los observó desde lejos. Elián lo había invitado a formar parte de ese grupo, pero dudó si Leopold estaría de acuerdo, ya que no parecía querer hacer amistad con él. Y André... bueno, André seguramente estaría encantado, a juzgar por la declaración de su amigo. Ninguno de los tres le generaba total confianza. Cada uno parecía muy diferente del otro. No podía entender cómo es que eran amigos.

Cuando André vio que Alex los observaba de lejos, le hizo una seña para que se acercara. Un poco a su pesar, el joven acomodó sus lentes y se encaminó hasta el árbol.

La mirada de Leopold se congeló casi como el clima al verle. Frunció el ceño y puso cara de resentimiento. Elián tenía esa mirada que parecía descubrirlo todo, sus ojos estaban abiertos de par en par, él le atravesaba sus cristales azules, luminosos, y encantaba con ellos como un faquir a la serpiente. Gruesas ojeras negras surcaban su rostro amarillento, y media sonrisa le dibujaban el estado de ánimo incomprensible a los ojos de Alex.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora