Capítulo 35

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Reborn (súper pasional y romántica)

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El silencio de la biblioteca era demasiado vasto para ser un lugar en donde confesar los secretos del alma. Y la antigua biblioteca de Storm Hill podía ser tan adecuada como inapropiada. Sin las sombras que cubren la noche, era un sitio carente de magia. Al menos para Alena, quien respiraba violentamente el recuerdo de la intensidad de su primera vez con Elián entre cueros de libros y el crepitar de las llamas del hogar...

La luz de la tarde acariciaba las estanterías con suavidad, y bañaba cuadernos abiertos y útiles escolares que Alexander y André habían desparramado sobre la mesa. Y quienes, cada uno preso de sus propios pensamientos, se dedicaban a dejar que pasaran los minutos después del almuerzo a la espera de la hora de educación física. Vagaban sus ojos por la inmensidad de un texto de literatura del cual no conseguían pasar página. Tampoco tenían un marcado interés en hacerlo, a pesar de haberse prometido eximir los exámenes.

André levantó sus ojos del libro con suavidad, prestó atención a la forma en la que Alena mordisqueaba la punta de su lápiz, introspectiva. ¿En dónde estaría su cabeza en esos momentos? La miraba sin verla realmente, excepto por las cuestiones que rondaban en su cabeza, preguntándose cuánta confianza tendría ella con Elián y si compartirían sus secretos más íntimos de forma cómplice, de una manera que jamás lo hubiera hecho con él o con Leopold. Observó con atención el mate de su piel y comprobó que aún se veía cetrina, consecuencia de la hora del desayuno, y durante el resto de la mañana, apenas si había prestado atención a clases.

—Alena —susurró—. Quisiera preguntarte algo.

Al escuchar su nombre, Alexander levantó los ojos sobresaltado. Éstos brillaban de una manera extraña bajo los lentes, pero aún así, podía percibirse la congoja de algo que ignoraba, o quizá sospechaba.

Nunca había observado Alena en André una mirada tan dura, pues siempre estaba vestida de amabilidad. Por un momento se le hizo tan intensa e insostenible que la volteó hacia afuera. El patio del colegio lucía indiferente, algunas flores de la prematura primavera habían saltado en pequeños capullos. Aquellos estudiantes que vagaban alrededor de la fuente... ¿llevarían una vida ordinaria, apartada de tantos problemas como los que ellos afrontaban?

—¿Qué?

El muchacho se pasó la mano por el cabello y despegó sus labios como si fuese a contestarle, pero al final eligió hacer silencio un momento más, ante la sorpresa de Alena.

—Escucha... ¿Harías...? Si yo te pidiese algo... ¿Lo harías por mí?

Alena le observó con contrariedad, entre preocupada y sospechosa.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora