Capítulo 37

8.7K 747 183
                                    

Ost recomendada: Alias, Grace Jeff Danna & Mychael Danna (arriba completa) es preciosa! lean con música que es otra experiencia!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ost recomendada: Alias, Grace Jeff Danna & Mychael Danna (arriba completa) es preciosa! lean con música que es otra experiencia!

Capítulo dedicado a @Judit7500



Por fin asomaban las sombrías cúpulas de Storm Hill, pensó el médico cuando las divisó con los primeros rayos de la mañana. Había sido una caminata interminable y, cuesta arriba, mucho más trabajosa. Media hora después, se anunció ante el guardia de seguridad que custodiaba la entrada, y le abrieron el portón con majestuosidad, como si estuviera llegando a una fortaleza impenetrable. Avanzó por el sendero con el paso entumecido. A los bordes del camino un par de empleados echaban sal para derretir la nieve. El doctor se ajustó el sombrero helado e hizo un esfuerzo por mover su cabeza con un saludo. A pesar que lo observaron, siguieron concentrados en su tarea.

Los estudiantes apenas si abrían las cortinas de sus habitaciones, por la hora, seguramente estarían preparándose para empezar clases.

No fue tan así, desde la parte de atrás, donde se encontraban los servicios, venía un grupo de cinco, con el atuendo desaliñado y aspecto resacoso que advirtió con sorpresa. Se salían completamente del target del colegio. Aun estaban un poco alejados, pero sus gritos llamaban la atención no solo de él, sino de quienes estaban cerca.

Cruzó el patio por en medio desde la biblioteca hasta la capilla y se detuvo a contemplar una escena que le llamó la atención: había decenas de palomas muertas sobre el suelo. Grises de todos los tonos, con la panza para arriba y las patas agarrotadas sobre el abdomen. Ya estaban duras. Levantó los ojos al cielo para darse con el paredón escondido que ocultaba la vieja campana en el centro, quedaban algunas que zureaban agitando las alas para mantener el calor. Hasta el momento, ningún empleado se preocupó por ellas, era más necesario limpiar los caminos y hacerlos seguros para los estudiantes.

El grupo de chicos se acercó lo suficiente como para empezar a patear un ave como si fuera balón de fútbol. El doctor volvió a detenerse, con brusquedad.

—¿Qué están haciendo, jóvenes? ¡Dejen ese bicho tranquilo!

Por unos segundos se paralizaron a observarle, pero reanudaron con más intensidad y alaridos alegando que estaban congeladas por el frío, lo cual era cierto. ¿Acaso no había control en la escuela esta vez? Recordó que siempre patrullaba el celador con su perro, y los empleados podían hacer bien de alcahuetes de la Directora. Como ninguno le hizo caso a él, porque no tenía la autoridad, el hombre se acercó y le propinó una patada tan fuerte que algunas plumas se soltaron con el envión, y terminó estrellándose contra un arbusto.

—¿Qué hace? ¿Usted quién es? —cuestionó uno de ellos con soberbia, enderezándose, aunque se tambaleaba.

—Soy el médico del pueblo, vengo a ver a Käthe Beckerle, la directora. ¿Estará levantada al igual que ustedes, madrugadores? —los muchachos se rieron por lo bajo, dando a entender que habían pasado la noche en vela—. ¿Por dónde voy a la oficina?

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora