Capítulo 8

28.4K 2.2K 909
                                    

Frente a un espejo estrecho y desvencijado, Alena, daba incontables cepilladas a su cabello negro, observándose con cierto narcisismo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Frente a un espejo estrecho y desvencijado, Alena, daba incontables cepilladas a su cabello negro, observándose con cierto narcisismo. Hacia un costado, hacia el otro, de frente y perfil, con manos a la cintura, y con el escote abierto enseñando parte de las clavículas, y el comienzo discreto de sus senos. Detrás de ella, Giovanna estaba sentada en el piso, hojeando revistas de moda. Observando embelesada la nueva colección parisina que saldría esta temporada. Y la cual estaba pensando copiar y rediseñar en pos de su personalidad.

—¿Sabes quién me preguntó por ti el otro día, Alena?

—No —contestó su amiga, concentrada en su tarea.

—Günther...

—Ah.

—Ya no estás interesada en él, se nota.

—Claro que no, lo nuestro terminó hace tiempo. Pero él no se hace la idea.

—En parte... me da pena.

—A mí no.

Giovanna le dirigió una mirada inquisidora.

—¿Ni siquiera después de lo que esos imbéciles de Storm hicieron contigo?

Alena soltó una risa histriónica.

—Por supuesto, aún menos que eso. Aquellos niños mimados no son nadie. Y él, él... comerá polvo, cuando me conozca realmente. ¿Cómo estoy? —le preguntó dándose la vuelta, como una modelo.

—Como siempre, bella. Pero te hace falta maquillaje. ¿Me dejas?

Alena asintió, y feliz, Giovanna se precipitó sobre el aparador en busca de bases y sombras. Cuando acabó su obra, se cruzó de brazos completamente satisfecha. Y Alena se dedicó a contemplarse aún un rato más.

—Hacía tiempo que no veía así, gracias amiga.

—¿Para que estamos? —sonrió feliz Giovanna, y acto seguido, repasó con máscara para pestañas las suyas, haciendo que el color azul de sus ojos resaltara como si estuviesen hechos de zafiros.

Luego, tomaron sus pesados abrigos, y salieron al frío invierno de Walddorf, a caminar las calles empedradas y resbalosas, tiritando de frío. Alena cargaba con una mochila en su espalda, había pasado la noche en casa de su amiga. Y ahora regresaban a su casa.

—Muero por ver a Alex, ¿estará bien? —se preguntó la joven en voz alta.

—¿Qué ha dicho tu padre?

—Nada, que siempre tiene esas crisis nerviosas... nunca lo había visto tan mal desde que anunciaron su lugar en aquel maldito colegio.

—¡Oye! ¿Estás hablando de tu "amado" Storm? Quien lo diría... —se mofó Giovanna con incredulidad —Ahora de tu boca salen blasfemias, cuando antes solamente había halagos.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora