Capítulo 3

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Las aulas de Storm, eran todas iguales

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Las aulas de Storm, eran todas iguales. Daban algunas al exterior de la fortaleza, y otras al interior del patio, donde había un hermoso jardín con fuentes y estatuas, que ahora estaban cubiertos de blanco. Sus pasillos eran eternos, exhibían tapices antiguos, y armaduras. En algunos otros, había escaparates con trofeos, y cuadros con los profesores y alumnos más distinguidos de todas las promociones. En un vestíbulo apartado, estaba la galería de los Directores, con hermosos y sofisticados oleos que mostraban a los grandes personajes que llevaron adelante el colegio a lo largo de varias generaciones.

El interior de cada uno de los salones dependía de quien impartiera la clase. Había desde mapas que se desenrollaban desde lo alto, sobre la pizarra, hasta bustos de personajes famosos como Platón y Aristóteles. Era como un pequeño museo en miniatura de piezas de arte, elementos antiguos de ciencias y biología, con objetos tan exóticos como animales disecados.

Los pupitres eran individuales, y tan antiguos como el colegio, de madera de roble añeja, pulcra y lustrada, sin inscripciones del tipo que hacía cualquier alumno, mancillado con borratinta para dejar una marca de su paso por allí, o una declaración de amor, o un insulto. Los muebles hablaban por sí mismos, sin palabras.

Los alumnos, se sentaban de manera rígida y formal, con su mirada al frente, o por donde el profesor se moviera. Y a diferencia de otro tipo de escolares, se comportaban como verdaderos adultos, con seriedad, levantando la mano cada vez que quisieran expresar una opinión o cuestionar algún postulado.

El Sr Luckás era un hombre maduro, de aspecto severo, y de reglas estrictas. Vestía el uniforme oficial para docentes, el cual consistía en un largo saco azul hasta el muslo, y llevaba grabado el escudo de Storm, también incluía la misma corbata escarlata pero era de corte ancho, a diferencia de la de los muchachos, que eran finas. Su voz de tenor resonaba a decibeles importantes, cuando se encontraba explicando geografía y los antiguos imperios del mundo sobre un añejo planisferio, entonces un celador golpeó la puerta y dejó pasar a un alumno.

La primera impresión causó la gracia general en toda la clase. El chico estaba empapado de pies a cabeza, y su semblante lucía enfermo, sus gafas estaban completamente empañadas, y su cabello chorreaba agua. Parecía que se había metido al agua con ropa y todo.

El profesor tampoco pudo contener la gracia, pero hizo un esfuerzo gestual para no desmerecer al alumno. El celador se retiró y allí quedó ese tembloroso y delgado jovencito, se retiró los lentes y los frotó en el saco, sin conseguir un buen resultado.

—Por favor, su nombre... Sr...

El chico miró a su alrededor, las sonrisas burlonas de todos los estudiantes de Storm, y tembló, aunque no supo si era por frío o por nervios.

—Bizancio, Alexander —respondió tiritando.

—Ah, el becado —remarcó el docente.

Alexander Bizancio le miró con irritación, no consideraba bajo ninguna manera que lo expusieran de esa forma, como un desagradable insecto que se mezclaba entre elegantes mariposas.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora