Capítulo 7

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Varios días después, cerca del fin de semana, las horas del día habían acostumbrado a Alexander a transformar aquella realidad dentro del tenebroso internado en una agotadora rutina de estudios y reglas

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Varios días después, cerca del fin de semana, las horas del día habían acostumbrado a Alexander a transformar aquella realidad dentro del tenebroso internado en una agotadora rutina de estudios y reglas.

Se encontraba en su lugar preferido de todo el colegio, el rincón de la biblioteca. Sobre la mesa estaba completamente dedicado a escribir, torpemente, ejercicios de latín con su mano derecha, la cual le era tarea complicada en parte doble, porque, además de escribir con una mano que no era la suya, también desconocía el idioma del imperio romano, salvo por la Iglesia, donde se recitaban algunas frases conocidas en algunos momentos claves de la misa, y requería por su parte, de un terrible esfuerzo mental  desconocido a esa edad. Pero era mejor eso, a estar cerca de los tres mosqueteros, como se los imaginaba a Elián, André y Leopold, éste último incansable acosador de su persona desde que había llegado. Sus ganas de darle un golpe crecían con su estadía, pero cada vez que deseaba hacerlo, recordaba a su padre, esperando lo mejor de él, y bajaba la cabeza, volviendo a tomar entre sus manos el diccionario y concentrándose lo mejor que podía en sus deberes.

Estaba en eso cuando llegó André completamente agitado, con su corbata desaliñada y el cabello despeinado, había cruzado el amplio patio corriendo.

Se tomó por los bordes de la pesada mesa y trató de recuperar el aliento, antes de hablar.

—Sé lo que piensan hacer contigo... no debería decirte —jadeó —pero te quiero en nuestro equipo.

Alexander se reacomodó sus anteojos sobre el puente de la nariz, observándole con seriedad.

—¿De qué hablas?

—Te quieren llevar a un bar, el viernes, te pedirán que te declares a una chica del pueblo, y la humilles después.

—¿Esa es la gran prueba? —cuestionó clavándole su mirada. De pronto sintió como un gran nudo se formaba en el medio de su estómago.

—Esa es "tu" prueba.

—¿Por qué me vendiste esa información, André? ¿A cambio de qué?

—Porque somos amigos, y... deseo que confíes en mí, Alex, te aprecio. No te pediría nada a cambio, creo que lo sabes.

Alex sonrió amistosamente, y volvió su vista a las hojas que escribía.

—Gracias, me prepararé mentalmente para el fin de semana.

André se paseó por alrededor de la mesa, y contempló por la ventana hacia el exterior, los días eran cada vez más claros, frescos, y la nieve se acumulaba en la cornisa de los ventanales. Parecía meditar seriamente algo ajeno a la realidad. Alex se preguntó qué haría ahí todavía. De repente sintió incomodidad ante su compañero de habitación, y la voz de Leopold resonó dentro de su cabeza.

"Las hormonas de André"

¿Qué haría si le dijera algo? ¿Qué haría si aún peor,  hiciera algo? ¿Qué haría él para huir de eso? La otra opción tampoco sonaba muy tentadora, buscar una chica cualquiera de Walddorf y tratarla como basura... cuando él era de allí. Iba contra sus intereses y sus ideas, y una completa y absoluta traición hacia lo que más amaba dentro de su casa...

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora