Capítulo 22

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—¿Ustedes... se conocen?

—Nos conocimos en la parroquia de Walddorf, el mundo es demasiado pequeño, hermana ¿no crees? —dijo Alex, poniéndose de pie frente a ella, en una clara actitud defensiva y protectora con André, aunque sonreía con su amabilidad característica.

¿Qué estaba ocurriendo? Alena no sabía qué decir. Estaba estupefacta. Miró a su amiga buscando un brazo en el que apoyarse, más Giovanna sonreía complacida con la situación, como si ya lo supiera desde antes.

—Alena... yo... lo siento —bajó su vista André, avergonzado, y patético —Fue una casualidad —y calló sus labios sin encontrar más palabras qué decir.

Habían pasado varios días en el internado en los que André estaba claramente distraído y por demás alegre. ¿Se debía a Alexander, su hermano? No necesitó más respuestas que las que estaba viendo. Ellos dos brillaban juntos como dos estrellas, los oyó reír en ese momento, y vio a su amigo feliz en aquel sombrío lugar de oscuras tormentas donde el frío calaba los sentimientos de los estudiantes, y el resplandor de Alex conforme con aquella situación en una forma completamente inesperada.

—Mira, André... —comenzó a decir, tras un titubeo —No me expliques nada.

—Pero...

—Hacía mucho que no escuchaba a mi hermano reírse de esa forma —declaró, y tanto Giovanna como Alex, lucieron sorprendidos —No te culpes más André, siempre serás mi amigo —le sonrió y se aproximó a él para darle un abrazo. Alena no quería generar más problemas con relación a nadie más en Storm Hill por dentro y por fuera. Había cometido un grave error, con ese colegio, y no podía seguir incentivando aquella manía que ahora trataba de quitarse de encima.

Antes que el ambiente se inundara de lágrimas de emoción, Giovanna interrumpió el momento.

—Alex, veníamos a buscarte... dado que necesito un padrino —expuso.

Alexander se acomodó sus lentes sobre la nariz, mientras pensaba. Y André sonrió al ver que ese era uno de los gestos más típicos de Alena, le había copiado ciertas actitudes que los hacían ver en demasía similares. El hermano de la joven se pasó los dedos por el cabello, y negó con preocupación varias veces, con el semblante entristecido.

—Lo siento, Giova. Me será imposible.

—¡¿Por qué?! —preguntó su hermana en un gritito —Esto es lo más importante que ella hará en su vida.

—Es que mañana regreso al colegio —admitió.

—Oh Alex, ¿ni siquiera puedes llegar más tarde? —preguntó la joven judía, con una sombra de pena en sus ojos.

André también rogó mentalmente que Alexander se arrepintiera, o quedara en duda su decisión de marcharse al día siguiente... y al otro, y al otro... hasta que cambiara de opinión sobre aquella vocación. Pero estaba siendo demasiado iluso. ¿Quién era él para imponerle una decisión sobre su destino? Sabía que él mismo se había equivocado al poner sus ojos en ese muchacho, pero ¿qué podía hacer? Le gustaba mucho desde que entró a aquella iglesia. Y se creyó capaz de correr riesgos y sortear obstáculos, por Alex Bizancio, el verdadero.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora