Capítulo 24

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Una pesada neblina caía sobre todo Storm Hill esa mañana, y humedecía los trajes elegantes y el cabello de los alumnos, que cruzaban el patio en dirección a sus clases

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Una pesada neblina caía sobre todo Storm Hill esa mañana, y humedecía los trajes elegantes y el cabello de los alumnos, que cruzaban el patio en dirección a sus clases. El ambiente, a pesar del clima, siempre era de bullicio escolar, voces que inundaban los pasillos, el ánimo alegre era el propio de la juventud adolescente que no tenía ninguna clase de problema, incluso en ese internado. 

Terminada la hora del desayuno, Leopold, Elián y André, habían comido juntos en el mismo rincón de la mesa, como siempre. Pero Alexander no les había acompañado. Habían compartido ese rato en silencio, mientras Elián golpeteaba su cucharilla contra el borde del plato, con impaciencia y preocupación y le dedicaba miradas inquisitorias a la única persona que estaba siempre cerca del joven becado, pero éste no le hacía ninguna clase de devolución. Molesto, se ensimismó en sus pensamientos. Ahora tenía en qué pensar. Alexander lo tenía en dudas y en expectación. Cuanto más él lo intrigaba, más peligro estaba corriendo dentro del colegio, ahora. El castigo era silencio, y era invisible, pues nada sabía de ello aún. Removió su cabello y su cabeza de un lado a otro como si estuviera mareado, y sintió el calor de su sangre corriendo en las venas por la piel, cada vez que se acordaba de aquel momento. Del confesionario, de su calor, del dolor de sus dedos en la piel, que ardían y quemaban como un alambre caliente, de aquella forma... en la que se encontraron y él sintió esa cosquilla emanando de su ser y queriendo atraparlo para siempre consigo, envolviéndolo en su calidez placentera. Pensar ahora en Alex, le recordaba la sensación violenta, y lo que hizo a consecuencia de ello, inevitablemente. Se mordió el labio y se separó de sus amigos, buscando el aire del patio, y escapar de las miradas para encender tranquilo un cigarrillo antes de ir a clases.

—Ey, ¿qué pasa contigo?

—Leopold... —se asombró Elián girando su cabeza, no se había dado cuenta de que su amigo lo estaba siguiendo, no quería que le siguiese tampoco, estaba incómodo en su propio cuerpo.

—Tienes que ver tu cara, no está en su mejor momento.

El otro muchacho sonrió en silencio, y rebuscó en su bolsillo el paquete, ansioso de aspirar la nicotina que empañaría su respiración. Se desviaron hacia los arbustos del muro, para que nadie los descubriera incumpliendo las reglas del internado. La verdad Elián deseaba estar solo, dejando paso a sus personales e íntimas conjeturas que se abrían en su cabeza como un abanico de posibilidades buenas y malas, luminosas y oscuras en torno a Alexander Bizancio.

—¿Qué es lo que no te gusta de Alexander? —preguntó después de estar mucho tiempo en silencio, escuchando el rumor de las hojas y la bruma que les humedecía el cuerpo con suma lentitud, haciendo que la tela del uniforme se adhiriera como con pegamento.

—Pues... —pensó incómodo—, supongo que algo en su actitud.

—Eso no dice mucho —dijo Elián, escondiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón claro.

—¿No te da la sensación de que esconde algo?

El joven suspiró, ahora lo pensaba. Pero también se amalgamaba la sensación con el entusiasmo de sus cuerpos y aquella molesta cosquilla que tenía desde el día anterior. Ahora más perceptible, y necesitada de repetir otra vez la misma experiencia. Temía que echen a Alexander del colegio. ¿Qué haría con esa molestia física que solamente Alex podría ser capaz de calmar si se iba de Storm?

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora