Capítulo 39

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"Grow" ~Frances.
Escuchen la letra me da un no sé qué, habla de una cosa pero en el contexto de la novela creo que aporta un significado diferente.

Capítulo dedicado a @nachi_belen  


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—Va a encarar a su madre —temió Elián.

—Déjalo, tal vez sea mejor así de una buena vez... ¿Cómo te sientes?

—Más liviano —suspiró.

—Sí, supongo que esa debe ser la sensación cuando revelas un secreto —sonrió André.

Los cristales se empañaban con el frío, Elián recogió sus piernas en un abrazo. Sus fuerzas habían flaqueado. Se quedaron en silencio y en una leve paz.

—Yo soy gay.

Elián parpadeó por la sorpresa, sin palabras.

—Oye... ¡Es cierto!, se siente realmente bien soltarlo —reconoció André.

Un instante después, prorrumpieron a reír desaforados.

—¡Mañana nos va a ir mal en el examen! —explotaron los dos, y continuaron en ese estado de distensión necesaria por un buen rato.

*

Leopold avanzó por el corredor oscuro. En el lugar que ocupaba su violencia, ahora anidaba la duda y la preocupación, y estaba agotado. Su apariencia le importaba poco y nada, a pesar de los estudiantes que no dejaban de murmurar al cruzarlo mirándole como si hubiera vuelto de la guerra. Exactamente era lo que le atormentaba: la guerra en su interior.

Abrió la puerta de los baños y hundió la cabeza bajo el agua helada del vanitorio. Se aferró al borde del lavabo pero le temblaban los dedos débiles y su estómago rugía, entre nervios y hambre. Su cabeza era un tambor. Se dirigió al comedor, indeciso, por el patio del colegio. Grandes ventanas iluminadas contrastaban con la bruma que traía la oscuridad. Leopold se acercó cautelosamente a los vidrios empañados. Limpió con el puño un trozo de cristal y observó la tarima donde comían los profesores. 

Müller, desde el interior, volteó atento su mirada, mientras el resto prestaba atención a su plato. Lo vio dejar sus cubiertos y salir de por un costado del refectorio. Lo encontró en el patio de la cocina, con actitud paciente.

—¿Cenaste, muchacho?

Leopold se encogió de hombros, como si no fuese algo importante y cruzó los brazos por encima de su estómago.

—Elián confía en usted, profesor ¿No es cierto?

—Es posible —respondió Müller—. No por sí mismo. Bizancio ayudó.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora