Capítulo 12

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Todas las formas que parecían abstractos e informes manchas sobre el espacio, se fueron garabateando nuevamente alrededor de Alena, tomaron forma y color, se definieron ante sus ojos a medida que recobraba la conciencia

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Todas las formas que parecían abstractos e informes manchas sobre el espacio, se fueron garabateando nuevamente alrededor de Alena, tomaron forma y color, se definieron ante sus ojos a medida que recobraba la conciencia. Se dio cuenta que estaba en su cuarto, tendida sobre su cama, recibiendo la claridad de la luz del exterior que entibiaba su piel confortablemente, se enderezó con dificultad, y se observó a sí misma, con espanto, dio un grito horrorizado y asqueado, estaba cubierta de sangre seca. Se miró las manos sucias, y su cuerpo reaccionó involuntariamente temblando de frío, estaba húmeda y mojada, y no recordaba nada de lo que había ocurrido.

André, pálido ante el alarido, saltó bruscamente de su escritorio donde estaba esperando a que su compañera de habitación despertara, se acercó a ella rápidamente. Le había limpiado y secado la sangre de la cabeza, cortando la hemorragia.

—¿Estás bien?

—¿Qué, qué me pasó? —preguntó asustada.

—Te golpeaste la cabeza con algo, me dijo Elián.

Alena se llevó una mano a dónde su cerebro parecía latir, tanto del dolor, como en un esfuerzo por recordarlo todo. Y al oír de André el nombre de Elián, sus labios evocaron antes que su mente la sensación cálida y tímida que hormigueó hacia todo su cuerpo, cuando él la besó, un rato antes.

Cuando besó a Alexander... no a ella. Se sintió vacía de repente.

—¿Dónde está?

—Lo saqué del cuarto.

—¿Por qué? —quiso saber —Él había sido... amable, conmigo.

André se acercó más y se sentó al borde de su cama, comprimió su boca en una sonrisa silenciosa, mientras buscaba en los ojos de la joven un secreto no revelado pero que era tan transparente como el aire.

Hasta esa mañana, Alena estuvo completamente segura de lo que quería hacer dentro del colegio desde que puso un pie allí. Pero después que se hubieron besado, ya no lo estaba tanto. Quiso negarlo, con la cabeza, que todavía le dolía, con la voz, con los gestos de su mano. Pero fue artificial. Demasiado para que André note que algo había pasado más allá de un golpe que la dejó casi desmayada.

Estaba confundida.

Intentó ponerse de pie, con ayuda de André, que vigilaba cada uno de sus penosos movimientos. El hormigueo de sus labios se extendió pronto por todas las terminaciones nerviosas de su agotado organismo. Invadiendo su cabeza, la imagen recorría sus venas por un torrente caudaloso y desesperado. Caliente. Hervía debajo de su piel de forma progresiva, hasta que no pudo soportarlo más.

—¿Qué tienes?  

—No entiendes nada. Solo le quería agradecer a Elián el traerme hasta el cuarto.

—Lo que quieres es ser una chica, porque te gusta —murmuró con pesadez André, y sus ojos se agobiaron, ensombrecidos.

Ahora estaba enojada. Abruptamente, Alena rebuscó entre sus cajones una toalla limpia. Cerró la pesada puerta tras de sí con un golpe seco e inoportuno. Y enfrentó su rostro con el del espejo. Como cada vez. Solo que ésa, su cabello corto, su rostro sucio, sus ojos ocultos tras un par de gafas de marco amplio y grueso, le devolvieron una imagen que no deseaba ver.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora