Capítulo 28

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¡FELIZ CUMPLE LA CIMA DE LAS TORMENTAS! (hoy hace un año que la estoy subiendo) =)

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A veces las tormentas esperan el momento correcto para desatarse. Ésta había pasado por el cielo en silencio, haciendo que la oscuridad fuera el disfraz ideal de una intensa noche de secretos descubiertos. Pero solo es cuestión de tiempo para que ésta se desencadene...

André se despertó en medio de un sobresalto. La claridad nocturna apenas le permitió observar por la ventana y luego hacia la cama de Alena, que no había regresado de la sala de enfermería. Estaba preocupado por ella y por Leopold, en esos sótanos seguramente habría tanta humedad que él enfermaría, con su cuerpo casi desnudo y herido.

Se levantó decidido a no dejar complicarse a su amigo, le llevaría una frazada. Apenas había puesto un pie en el suelo cuando la puerta del cuarto se abrió con un chirrido. Temeroso, vislumbró cómo se coló la siniestra silueta de el director, y la fantasmagórica y débil figura de Alena, tras ella.

—¡Al-Alex! —gritó al verle.

—A ver, recuéstate en tu cama... —habló con dulzura la directora —Schenffeld... ¿dónde está su ropa de cama?

La mirada de Alena estaba perdida en el más allá, como si hubiera entrado en un trance. Se veía lejana y ausente. El pequeño André se acercó nervioso, y abrió un cajón para extraer el pijama que usaba comúnmente su amiga. Käthe se lo quitó de la mano sin delicadeza y sin parecer desesperada. Y entonces Alena reaccionó.

—Puedo... ponérmelo yo, gracias —dijo en voz baja pero con firmeza.

—¿Estás seguro? —le preguntó la mujer, dudando si hablarle delante de su compañero de habitación como una mujer o un hombre.

—Sí.

—¿Te duelen los golpes aún?

—Un poco... pero me acostaré en seguida... en serio —se excusó rápidamente.

La directora frunció el entrecejo con severidad, pero al notar la mirada de André sobre sí misma, no dijo más. Alena se encerró en el cuarto de baño durante unos quince minutos, esperando que la mujer ya desapareciera de la habitación. Tragó saliva con irritación al verla allí parada todavía. No iba a dejarle en paz hasta que se metiera en la cama.

—Descansa querido. La noche ha sido larga —le aconsejó mientras le acariciaba la cabeza, y se dispuso a marchar. Cerró con suavidad, sin querer causarle una molestia a Alena. Y cuando ambos oyeron el taconear de sus botas alejarse por el pasillo, ella soltó un suspiro cargado de lágrimas.

André se acercó inmediatamente, sentándose a su lado en la cama, y la confortó con caricias en sus débiles brazos. Apagada, su piel tenía el color de una vela. Su mano se acercó a su rostro y lo rozó suavemente.

Estaba fría, como un cadáver.

—Voy a encender el fuego, estás más muerta que viva —dijo, y se puso en acción con una rapidez espeluznante. Mientras amontonaba maderos en el hueco de la chimenea, contempló de a ratos que su amiga seguía inerte.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora