Capítulo 27

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Malcom.

Si que había sido un día muy ajetreado. Ni siquiera había tenido tiempo para llevar a Madison a la psicóloga, eran citadas previas. Tuvo que irse en un taxi y eso no me proporcionaba seguridad; pero pronto le compraría un auto.

A pesar de que todo el día me la pase ocupado con asuntos del trabajo, la parte más difícil la haría ahora. Me estaba dirigiendo a un bar que se encontraba un poco lejos del departamento, en ese lugar me encontraría con Raúl. Ese hombre al que alguna vez Madison llamo padre. Hace una semana me había llamado, me dijo que estaría en la ciudad y quería verme. Había pasado dos años desde la última vez que lo había visto.

Papá había cambiado desde que Sara murió, ahora era un alcholico, que le paga a prostitutas por placer, su barba era abundante y vestía siempre de negro. Estaba sentado en la barra, conversando cómodamente con una joven que trabajaba en el lugar. La joven me observó detenidamente y asintió en dirección a mi padre.

—Por fin mi hijo se digna en verme.- si que era un descarado, él desaparecía por años y yo soy el hijo malo.

—He vivido en esta ciudad por años, sabes dónde encontrarme. Tal vez si llamaras más seguido pudieras verme.- dije sentándome a su lado, dejando un espacio vacío entre los dos.

—Tal vez si me digieras tu dirección podría llegar a tu casa.- jamás, no permitiría que viera a Madison.

—Tal vez si contestaras a mis llamadas, pero se me olvida que eres un hombre muy ocupado.- acostándose con mujeres que podrían ser sus hijas.

—Si que sabes cómo manipular a las personas, lo aprendiste de tu madre.

—Aprendí muchas cosas gracias a ella, pero te aseguro que no eran buenas.

Mi madre, esa mujer que solo permaneció hasta mis 14 años y luego nos abandonó. Probablemente este gozando de una rica Margarita en algún hotel cinco estrellas con su nuevo esposo. Uno que la pudiera complacer económicamente.

Mi padre nunca fue un hombre de mucho dinero, se ganaba la vida limpiando jardines. Hasta que un día conoció a Sara, era una mujer que gozaba de riquezas, era Doctora. Se enamoro perdidamente de ella, de su belleza e inteligencia. Mi padre la convenció de mudarnos con ella; Sara trato de darme el amor que mi madre nunca me ofreció, pero nunca me interesó.

—¿Cómo esta Madison?

—¿Cómo te atreves a si quiera mencionar su nombre?- la ira crecía en mi interior; a él no le importaba una mierda Madison.

—Me preocupo por ella, no la veo hace muchos años.

—Tiene todo el derecho a odiarte.

—Sara era lo más importante en mi vida, y de solo pensar que murió por culpa de Madison hizo que perdiera el control.- lo decía con tanta seguridad que automáticamente mis puños estaban cerrados.

—¿Acaso Madison no lo era para ti? ¿Crees que ella hubiera deseado ver a su propia madre morir?- todas las personas que se encontraban a nuestro al rededor nos estaban observando.
—Ella necesitaba la comprensión de un padre en ese momento, necesitaba que tú estuvieras a su lado.

Dio un largo trago a la cerveza que tenía entre sus manos, pasó su mano por su rostro y se volteó hacia mi.

—Hijo, tu muy bien sabes la verdad.- trato de tocar mi hombro, pero yo ya estaba de pie.

—¡No me importa la verdad, ella no merecía nada de lo que le hiciste!- a este punto todas las personas del bar guardaban silencio, atentos a la discusión.
—Estuviste a punto de matar a tu hija.

—¡Ella no es mi hija!

Era cierto, mi padre no era el padre de Madison. Cuando papá y Sara se casaron ya ella estaba embarazada, de otro hombre. Nunca estuve de acuerdo con el hecho de que le ocultaran el secreto a Madison, por esa razón mi relación con Sara no era muy buena.

Mi padre amaba tanto a Sara que aceptó ser el padre de Madison, pero nunca le mostraba interés. Nunca le mostraba cariño, ni mucho menos le prestaba atención, solo la acepto para estar con Sara.

—Tal vez no sea tu hija, pero debiste actuar como un padre, por Sara.

—Sara me dejo una gran carga.- estaba llamando carga a Madison.

—No te preocupes por Madison, ella esta bien sin tu presencia. No hace falta que me llames, no quiero volver a verte, si es posible en dos años más, cuando recapacites. Mientras tanto sigue jugando con mujercitas.- salí del lugar escuchando a mi padre gritar mi nombre.

Cuando estuve a punto de subirme a mi Mustangs, vi a mi padre salir y colocarse en frente. Si decía otro comentario más sobre Madison, lo golpearía.

—Hijo, perdóname.

—Pídele perdón a Madison y a Sara.- sin más me subí a mi auto y acelere.

Me aseguré que no me siguiera, lo observé por el retrovisor y estaba mirando hacia el cielo. Si Sara estaba viendo esto, no reconocería al hombre que es hoy en día mi padre.

Jamás y nunca permitiría que ese hombre se acercara a Madison. Podía ocasionarle otra cicatriz peor, podría dañar su mente. Ella le tenía miedo, terror a que mi padre volviera a golpearla. Con un solo golpe, provocó que cayera en coma, los días más horribles de mi vida. Observándola "dormir" profundamente. Eso jamás volvería a pasar.

Conducía mi Mustang negro hacia el departamento y recuerdos vinieron a mí mente. La primera vez que Madison se subió al auto, lo primero que me dijo fue «Quiero uno parecido, pero no igual.» Ese día recuerdo cómo le tiraba fotos al interior del auto y a los minutos estaba dormida escuchando música. Era increíble como había pasado el tiempo y ella seguía siendo la misma pequeña de siempre.

Recibí un mensaje de Madison, sonreí al instante.

–Hermano ya regrese de la psicóloga, cada vez es más aburrido ir a ese lugar, pero lo hago solo porque me lo pides. La Sra. Marti dice que mejoró cada vez. El próximo lunes más temprano, (cómo puede ser tan cruel). Te espero.

Esa era mi pequeña Madi.

"Ese Chico Raro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora