Capítulo 28

21 3 0
                                    

Madison.

Era realmente aburrido tener que esperar a mi hermano sentada en el sofá. Termine el libro que estaba leyendo y todavía mi hermano no llagaba. Max se encontraba dormido y al verlo se me ocurrió una gran idea. Salte del sofá, fui a mi habitación y me cambie de ropa. Me puse ropa deportiva, un leggings capri color negro, un sport bra gris y negro, y unas zapatillas negras; definitivamente mi color favorito.

Salí de mi habitación, me hice una coleta en el espejo de la sala. Tome papel y lápiz, le escribí una nota a mi hermano para que supiera que había salido a correr con Max. Busque la correa de Max, se la coloque y salimos del departamento, tenía que empezar a ejercitarme desde ahora así que tome las escaleras. Max era aún más rápido que yo.

Cuando llegamos al lobby un par de niños me detuvieron para mimar a Max, lo de costumbre. Por sus apariencias tendrían unos ocho y 12 años. Cuando por fin me dejaron ir, salí corriendo del lobby, sabía exactamente hacia donde me dirigía.

Era un parque bastante amplio, pero muy pocas las personas que acudían a ese lugar, por esa razón era perfecto.

Corría a resistencia sintiendo el aire frío azotando mi rostro. Las gotas de sudor caían por mi rostro y observaba cómo Max se acoplaba a mi ritmo.

Me faltaba muy poco, cuando me fijé en una escena cerca de mi. Era una niña pequeña en los columpios, se reía a todo pulmón mientras su mamá la empujaba. Sentí una punzada en mi corazón, era doloroso ver en otros lo que tú tanto deseabas.

Por un segundo cerré mis ojos; imaginando una visión, de mi madre columpiándome, mientras ambas reíamos llenas de alegría.

Para entonces me había tropezado con alguien y ya me encontraba en el suelo. Me había golpeado el brazo y las rodillas.

Alcé la vista, para pedir perdón, me había distraído. Me encontré con un chico realmente alto, su pelo de color negro, sus ojos verdes oscuro realmente llamaban la atención, sus músculos eran notables y su porte varonil era aterrador.

—Deberías fijarte por donde andas.- lo dijo de mala gana, lo que hizo que mi culpabilidad fuera remplazada por ira.

—No soy la única culpable.- frunció el ceño y lanzó una risita de burla.

Acaso era idiota, tal vez estaba distraída, pero lo hacía ver cómo si todo hubiera sido mi culpa. A demás la que salió lastimada había sido yo, caí al suelo como una tonta.

—Pierdo mi tiempo.- se alejó un poco, hasta que miro a Max y retrocedió.

—Si pierdes tu tan valioso tiempo, porque tratas de mimar a Max. Por lo menos...

—Con que te llamas Max, he, tienes un nombre muy curioso.- todavía seguía tirada en el suelo y él, ni si quiera tuvo la iniciativa de preguntar si me encontraba bien.

A pesar de su falta de respeto pude observar con más detalle su aspecto, según su vestimenta era jugador de baseball, en su mochila carga un bate que sobre salía.

Me había humillado ya bastante, se dio cuenta de que lo observaba así que decidí por fin hacerle frente.

—Sabes eres muy tarado, ni si quiera me preguntaste si me encontraba bien y claramente estoy sangrando.- una de mis rodillas estaba llena de sangre, pero a pesar de que la observo con detenimiento, su expresión no cambio en lo absoluto.

—Ponle un poco de hielo y curara, tampoco es que te fueras a morir por unos rasguños.- realmente lo decía en serio, era un idiota.

—Sabes fue un fastidio conocerte, espero nunca más tener que verte.- escupí mientras me levantaba por fin del suelo.

No dejaba de mirarme con el ceño fruncido, era como si quisiera hacerse la víctima de la situación.

Me aseguré de que Max estuviera bien, sin pensarlo más, emprendí pasó, pero Max no se movía. Estaba sentado observando a ese chico como si esperara que volviera a mimarle. Luego de varios intentos para que me siguiera, el idiota se rió burlón llamándolo, e inmediatamente Max fue a su llamado.

—Parece que a tu perro si le agradó.- sonrió malicioso.

No podía creer lo que acababa de pasar, Max, mi perro que lleva años junto a mi, no me obedeció, pero si a un extraño que definitivamente era un imbécil.

Me encontraba sentada en un banco del parque observando cómo Max jugaba con el idiota, buscando la pelota. Era increíble, quería volver al departamento, me dolía la rodilla y seguía sangrando, y ellos seguían jugando como si no les importará.

Entonces escuche el sonido de mi salvación, el motor del morboso auto de mi hermano. ¡Si!, definitivamente era él. Se bajo del Mustang y en un segundo se encontraba arrodillado frente a mi, observando con cuidado mi rodilla lastimada.

—¿Que te pasó, Madison?- tenía que ser una maldita broma, ahora Max se encontraba entre las piernas de mi hermano, obedecía a todos menos a mi.

A pesar de que ese chico había sido un bruto, lo menos que deseaba era que mi hermano se enterara de cómo me había tratado. Conociéndolo era capaz de discutir con él, así que lo evitaría.

—Solo me caí, estoy bien, solo fueron unos rasguños.- alce la vista, el idiota me observaba con una ceja arqueada, acababa de repetir sus palabras.

—Fueron más que unos simples rasguños, Madison.

—Así que te llamas Madison.- ¿acaso le importaba?

—Si, pero no necesitas memorizártelo, será la última vez que me veas.- mi hermano me ayudó a levantarme del banco y por su expresión sabía que ese chico no era mi amigo, ni que quisiera.

Río burlón ante mi comentario y por decirlo del tal manera se despidió de Max, le dedicó una sonrisa torcida a mi hermano y... ¡me sonrió! Que demonios se creía.

—Nos veremos pronto, distraída.- se alejó así sin más.

Era desagradable su altanería, hablaba como si fuera superior a mi. Y lo peor de todo es que me dejo con las palabras en la boca, había realizado una salida triunfal. De algo si estaba segura, no quisiera volver a verle nunca más.

—¿Nos vamos?

—Por favor.- mi hermano silbo y Max nos comenzó a seguir, ignorando todo lo que acababa de pasar, bueno; claro era un perro.

Pero era lo suficientemente inteligente como para saber que le convenía.

"Ese Chico Raro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora