Capítulo 21 "Miedo a perderte"

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 Todo tiene un sentido. Todo ocurre por algo, es lo que siempre dicen. Pero si todo ocurre por algo, ¿qué evitaría que las cosas tomen un rumbo completamente distinto con un solo movimiento, una sola palabra, una sola mirada?

  La oscuridad se convirtió en luz.

 Me encontraba sentada en uno de los asientos de espera del Hospital San Mungo.  

 Varios rostros me rodeaban con cuidado, ofreciéndome vasos de agua y preguntando acerca de lo que había pasado, pero yo no podía responder. Mis oídos parecían aislados y todos los sonidos llegaban en forma de murmullos. Todo transcurría en cámara lenta a mi alrededor, y las voces me mareaban, cada una de ellas pidiendo explicaciones que yo no podía dar.

 Un nudo se apretó en mi pecho y la desesperación hizo presencia en mi cuerpo, logrando que no pudiera anteponerme ante todas aquellas presencias que exigían respuestas.

 Mi cerebro revivía una y otra vez la conversación con el médico, la conversación que había logrado abrirme los ojos.

 No hay compatibilidad sanguínea entre familiares. 

 Mi pecho se cerró, bloqueando la entrada de aire en respuesta al miedo que ahora amenazaba algo que parecía cerrado. Las lágrimas escaparon de mis ojos sin poder frenarlas y todo pareció volver a la normalidad al percatarme de que alguien me sacudía por los hombros con brusquedad.

 Mamá me observaba preocupada y angustiada, arrodillada en el suelo frente a mí.

- Hija, yo...

 No pude hacer más que abrazarla, ignorando la confusión en su mirada. La aferré contra mí, negándome a creer aquello que la ciencia había confirmado. Cerré mis ojos, anhelando que todo fuera un gran sueño.

 Mamá me apartó con cuidado, tomando mi rostro con sus manos.

- Tenemos que hablar. - afirmó, levantándose con cuidado y tomando mi mano, esperando que mi consentimiento.

 Asentí, limpiando mis mejillas con las palmas de mis manos y siguiendo a mamá, quien, junto a papá encontraron una sala vacía en uno de los pasillos y cerraron la puerta, para luego mirarme con rostros angustiosos.

- Qué locura, ¿no? - sonreí, limpiando cualquier rastro de lágrimas en mi rostro. - Que los resultados sean negativos, quizás hubo una confusión...

- No. No hay confusión. - interrumpió mamá, mirando con duda a papá.

- Má, no tienes de qué preocuparte. Seguramente fue una falla en el sistema. - dije, restándole importancia. - Ahora, necesitaría un caramelo de miel o algo por si vuelve a bajarme el azúcar...

- Itzel. No hubo falla en el sistema. - aseguró papá.

- Entonces, ¿qué pasó? 

- Los resultados son correctos, hija. - repitió mamá, sus ojos brillantes. 

- Pero, si son correctos... eso significa que yo no... que yo no... - no pude terminar la frase, sin comprender del todo lo que podía significar.

- Tú eres nuestra hija. - afirmó mamá, acercándose a mí con cuidado. - Pero no de sangre.

- ¿Qué?

 De repente, las piernas me temblaban y mi pulso se aceleraba con cada segundo que pasaba.

- Hace años, tu padre y yo fuimos a un orfanato. Como tú ya sabes, yo siempre tuve problemas de fertilidad, por lo cual, decidimos adoptar un hijo. Hija, en este caso. - comenzó mamá, y conforme hablaba yo prestaba menos atención cada vez. - Esa hija eres tú, Itzel.

Tercera Generación "La Batalla de las Cenizas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora