- ¿James?
La voz era distante. Como si estuviera detrás de una pared de cristal grueso. Helado.
Solitario.
Él no quería oír. No quería sentir. Cada día era como una nueva tortura. Una nueva cuchillada.
- James, ¿estás ahí?
Abrió los ojos, ignorando la incipiente humedad en sus pestañas.
Tragó duro. Seco y doloroso:
-Voy en camino, Bins.
Los pasos se hicieron oír al otro lado del pasillo, más allá de la puerta de madera, y respiró profundo.
Se sentía perdido, y débil. Roto. Desangrandose día a día. Hora a hora. Con cada minuto que pasaba sin recuperar lo que le habían arrebatado con tanta violencia: su corazón.
Resopló, y sorbió, subiendo la mirada hacia el espejo. Ambas manos a cada lado del lavabo, los dedos tensos y blancos ante la presión. Marmol y nieve.
Se observó detenidamente. Espectante.
¿Qué esperaba encontrar?
¿Acaso aguardaba que mágicamente el dolor se fuera?
No. Era un recuerdo. Un estandarte de guerra. Su propósito en esa lucha.
Debía resistir. Mantener la fé. La esperanza.
Por cinco meses habia estado durmiendo a medias y eso se notaba en su rostro ojeroso y oscuro. Contrariamente a lo que habia esperado encontrar, su piel se fue volviendo más tensa y oscura con cada mal trago que se comía. Los días sin noticias se convirtieron en profundos circulos violetas bajo los ojos. Las pistas falsas se manifestaron en el vello facial rojizo que ahora cubria parte de su barbilla y mejillas. La luz en sus ojos se apagó de a poco, muriendo con su sentir, lento pero desgastante.
Esto último él no lo notaba, al igual que el desgaste fisico por el que mes tras mes se habia visto expuesto.
Sus músculos estaban más rígidos, pero no por el trabajo muscular, sino por la tensión acumulada. Le costaba encontrar una posición en la cual su cuello no se tornara duro y dolorido despues de unas horas. Habia aprendido a manejar su ira e impulsividad cuando estaba frente a otras personas. Pero cualquiera que entrara a su habitación y viera los destrozos hubiera deducido que allí vivía un ser abatido por el dolor.
Sin embargo, no perdía la esperanza. Jamás lo haría. Lo habia prometido. Se lo debía.
Abandonó el baño enjuagándose el rostro bajo el grifo.
Entre todo el caos, sentir el agua helada contra la nuca lo relajaba y habia descubierto que el agua calmaba demasiado sus nervios. No consumía cafeína. La detestaba porque sabía que si comenzaba a hacerlo podía tornarse en un vicio, como le había ocurrido a Bins.
Se acomodó el chaleco oscuro que llevaba sobre los hombros y buscó los guantes y la varita.
Observó su propio refugio: almohadas en el suelo y plumas en el aire, sábanas contra una esquina de la habitación hechas un bollo, un espejo trizado colgando de un clavo en la pared frente a un escritorio de caoba. El escritorio era lo único intacto, y la pared que lucia frente a él era su mayor obra de arte: planos, recortes de periodicos, mapas, anotaciones, fotografías mágicas de personas que se movían y demás estaban unidas con chinches a la pared. Algunas fotos estaban tachadas con gruesas cruces rojas y otras lucían impecables. Esa pared era el resumen de su vida durante esos cinco meses de búsqueda.
Tomó uno de los marcadores sobre el escritorio. Azul, y presionó contra una fotografía que colgaba unida a un recorte de períodico de hacia dos días que mencionaba una masacre en Texas. Dibujó un círculo sobre la casa destrozada que mostraba la fotografía y sintió como la esperanza le daba energía, como descargas eléctricas por todo el cuerpo.
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Tercera Generación "La Batalla de las Cenizas"
Fanfiction¿Y si en realidad no todo ha terminado? ¿Y si la generación de los Potter está destinada a algo más? ¿Y si en las cenizas todavía hay brazas crepitando, escondidas en el polvo del olvido y el anhelo de la paz? Las desapariciones comienzan c...