Capítulo 32 "Un recuerdo encallado"

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"James. James Potter."

Mis pies chapotean en el agua fría, retrocediendo rápidamente y mis manos dan un portazo, enviándome fuera del baño de niñas.

- ¡Gracias, Myrtle! - grito, aunque dudo que pueda oirme.

Mi corazón late desbocado y la angustia dibuja amplias cortadas con sus garras en mi estómago. Corro desenfrenadamente por el corredor desierto y subo las escaleras de dos en dos, respirando agitadamente.

Mi pecho choca contra algo blando y trastabillo hacia atrás, perdiendo la respiración por unos segundos.

Lysander Scamander me devuelve una mirada curiosa a través de sus ojos cansados e inyectados en sangre. Su cabello está hecho un desastre y la corbata de su uniforme está mal anudada.

- Hola. - saluda amablemente, intentando esbozar una sonrisa.

- Hola, Lys. ¿Cómo estás? - saludo, mirando el corredor desierto a su espalda con ansiedad.

Él carraspea, mirando hacia abajo, su rostro cubierto de la tristeza y fragilidad más puras que he visto en mi vida. Algo en mí se remueve y me obligo a concentrar mi atención en él.

- Bien. - responde secamente, su voz rasposa.

- ¿Cómo está... Lorcan? - pregunto dubitativa, y los ojos del rubio se oscurecen notablemente.

- Está mejorando, pero no lo dejan regresar aún. El fin de semana viajaré a verlo. - suspira, metiendo sus manos en sus bolsillos.

- Va a ponerse bien, Lys. - aseguro, pasando mis manos por sus hombros con suavidad. El rubio me mira con gratitud, como si necesitara oir esas palabras. - Solo tenemos que confiar.

Lysander asiente con lentitud, para luego toser y cambiar su expresión junto con el camino de la conversación.

- Estabas apurada.

- ¡Oh, sí! Buscaba a Potter. - informo con aprensión en la voz. - ¿Sabes dónde está?

- ¿El grande, el mediano o el chico? - pregunta, sonriendo con timidez.

- El desagradable. - rezongo.

- James está en la Biblioteca... - responde, y yo comienzo a correr pero su brazo me detiene con firmeza. - Creo.

Ahogo un suspiro frustrado, sintiendo mi respiración escapar de mis labios con fuerza y enojo, me limito a encogerme de hombros.

- Que nadie te vea, no se supone que estemos despiertos. - agrega el rubio, y le agradezco con un asentimiento, para luego encaminarme hacia la Biblioteca.

Doblo a la izquierda y luego a la derecha, y palidezco cuando un estridente reclamo llega a mis oídos.

- ¡Niños del demonio! ¡Quien sea haya mojado el suelo se lo haré fregar con la lengua, hasta que le salgan ampollas!

Filtch.

Miro mis zapatos mojados y luego las huellas marcadas a mi espalda. Agito mi varita y una oleada de calor seca el calzado, pero no puedo hacer nada con el rastro de gotas y pisadas a mi espalda, por lo que sigo camino, frenando en cada esquina y con los oídos atentos ante cualquier indicio del enojado celador en la cercanía.

- ¡Voy a atraparte! - exclama el hombre gruñón, y me sobresalto ante la nitidez de su voz a mi espalda.

Volteo y me encuentro con su sombra alargada por la luz de las antorchas.

Corro sin reparar en el alboroto que mis pisadas ocasionan y en el ruido que ya ha de haberme delatado. Agradezco cuando las puertas de madera aparecen frente a mí e intento abrirlas pero estas no ceden.

Tercera Generación "La Batalla de las Cenizas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora