Capítulo 39 "Picante"

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N/A: Hoy cae piedra.

Asiento repetidas veces y lo sigo.

Un peculiar aroma a cerveza de manteca y maní tostado me golpea las mejillas. La mezcla de voces, la puerta abriéndose y cerrándose conforme la campanilla anuncia a los recién llegados, el tintineo de copas al chocarse en un brindis amistoso, la disculpa del nuevo mesero novato por haber derramado la mitad del contenido de una jarra en el suelo, todo se encierra en esas cuatro paredes descascaradas. El habitual bullicio de un bar repleto de personas en la hora pico.

-¿Aquí nos quedamos? – pregunto, buscando con la mirada una mesa libre entre el gentío.

-No. Siento desilusionarte, pero esta no es mas que una pequeña escala. – responde, tirando de mi brazo en dirección a la puerta, que chirrea cuando tiramos de ella.

El aire es helado y gélido fuera y tengo que ocultar ñas palmas en los bolsillos de mi abrigo para conservar algo de calor.

Sorprendentemente, las calles se encuentran vacías, todo lo contrario a lo que esperaba.

Me pregunto dónde estarán los cientos de alumnos, pero luego recuerdo que Honeydukes presentaba una nueva paleta estira lenguas y que nadie podría perderse las muestras gratis.

-¿A dónde vamos? – pregunto, curiosa, cuando él toma un camino que lleva a las afueras del pueblo.

-Sólo espera…

Caminamos uno junto al otro alrededor de cinco minutos, y pronto, las casas de tejas negras quedan atrás, sus chimeneas viéndose como cuadrados irregulares a la distancia.

Tengo que morderme la lengua para tragar la sarta de preguntas que me cosquillean en la garganta.

Nos alejamos cada vez más, hasta que el camino se mezcla con piedras sueltas y pastos secos. James no duda ni una sola vez de sus pasos, y mantiene la mirada fija al frente, como si las rocas le indicaran el camino a seguir.

La maleza que se abre paso entre los guijarros y rocas corpulentas se encuentra ennegrecida, reseca. El aire es cortante y raspa mis mejillas, pero sigo al determinado pelirrojo.

Pronto, una serie de pequeñas montañas de arena y roca dura bordea el paisaje a nuestro alrededor, y dudo cuando el pelirrojo comienza a trepar hacia uno de los riscos más cercanos, ayudándose con las manos.

Aguardo unos instantes, sabiéndome incómoda ante la idea de trepar con vestido, pero la idea se esfuma cuando el rostro sonriente del pelirrojo me observa unos metros por encima de dos afiladas rocas.

-¿Necesitas ayuda? – se ofrece, haciendo amague de descender.

-No, está bien. – niego, colocando con cuidado mi pie en la primera roca plana que observo a mi derecha.

Palpo la pared de piedra frente a mí con duda, y me aferro a un trozo irregular, impulsándome hacia arriba. Encuentro apoyo en una saliente delgada pero estable, y termino por aceptar la ayuda del pelirrojo, quien me ayuda a subir el último tramo de rocas puntiagudas.

Me encuentro ante la boca de una cueva formada por rocas encimadas y erosionadas en tonos rojos y naranjas.

James se me adelanta, y antes de que pueda pestañear agita su varita, haciendo aparecer una cesta de picnic y una manta roja que extiende en el suelo. A continuación, me invita a sentarme a su lado.

Tercera Generación "La Batalla de las Cenizas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora