Capítulo 31: Tranquilo...

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El futuro de una persona es incierto, dudoso, por eso se aprovecha cada momento especial que se le es concedido. De esa forma vivieron los clase A hasta ese punto, apreciando cada segundo de vida que tenían, riendo cuando podían, jugando a que eran normales y disfrutando de esos pequeños placeres. Formaban hogares, tenían hijos, los criaban de acuerdo a sus creencias: con respeto hacia los demás integrantes de su pequeño conjunto de familias. A los cachorros les enseñaban desde el entendimiento de todos los idiomas animales que definían a su manada, el correcto comportamiento entre los suyos, su labor, cacería, alimentos, obligaciones y deberes, hasta los conocimientos más básicos que definían a un humano normal para que, cuando salieran de los territorios, pudieran pasar desapercibidos en la sociedad.

Ellos aprendían a ser humanos promedios para cuando les fuera necesario fingir que eran igual que el resto; sabían leer, escribir, matemáticas, historia, aunque en la mayoría de casos les tomaba mucho más tiempo aprender aquello debido a su falta de interés por su lado inteligente. Eran como cualquier otra comunidad, aprendiendo lo que debían aprender, disfrutando lo que debían disfrutar, y por esa razón cosas que en cualquier otra familia se daba, ellos también los experimentaban



—Me haces cosquillas — se quejaba mientras intentaba apartar al azabache que estaba acosándolo como cada noche desde que se casaron — ¡suelta!

—¿Por qué he de hacerlo? — murmuraba sin apartar su nariz del cuello ajeno mientras aspiraba el aroma embriagante de su esposo, el mismo que era dulce debido a la "maternidad" que cruzaba. Sus manos se deslizaban por debajo del suéter que usaba aquel castaño, acariciando sin rudeza la piel cicatrizada, adornada por aquella herida que casi se lleva lo que él más amaba

—Joder... que no quiero — pero no dejaba de soltar leves carcajadas porque la piel en esa zona le cosquilleaba con cada roce — maldita sea, Reborn... aguántate la libido por una noche al menos

—Como si pudiera hacerlo — Reborn elevó su rostro para conectar su mirada con la ajena — ¿algo que decir?

—Si no te detienes dejaré que Yoshi salga. Seguro te gustarán el sabor de sus lágrimas — sonrió con diversión al ver el enfado en esa mirada y la leve mueca que el azabache hacía al apretar los labios — este juego lo gano... — ¿cómo negarse al líder de la manada? Tsuna lo había intentado desde la niñez y raras eran las veces en donde lo había logrado. En ese punto incluso se había casado con él, dudaba hasta de su buen juicio

—Déjalo salir entonces — sonrió al alejarse de esos labios tan adictivos, los cuales gustaba de morder, succionar y unir con los suyos las veces que fueran necesarias para satisfacer sus propias malas intenciones — veremos cómo logro "convencerlo" de colaborar

—Idiota — suspiró intentando apartar al mayor, pero era una lucha ya perdida, después de todo, si no mantenía las "necesidades" de Reborn satisfechas, los demás sufrirían del pésimo humor que se cargaba al día siguiente — no hagas ruido entonces

—Eso debería decírtelo yo

—Hablo en serio — el castaño ladeaba un poco su cabeza para mirar aquella cuna que estaba a tan solo tres metros de su cama — deja que Sora duerma la noche completa

—Dormirá acunado por tus gemidos — adoraba hacerlo enojar y someterlo cuando era necesario

—Viejo rabo verde, te voy a... — pero sus manos eran sujetas con fuerza para que dejara de pelear. Eran extrañas las veces que no peleaban antes de empezar su noche y en el fondo ambos disfrutaban de eso



Las palabras no eran suficientes para expresar ira, temor, dolor, alegrías o tristezas, para eso servían las acciones y el beso suave que Tsuna cedió al mayor cuando terminaron su discusión fue una de esas cosas. Enredó sus brazos en el cuello ajeno para atraerlo hacia sí y el otro con gusto se acomodó en las piernas que se abrieron para recibirlo. Así era siempre, el uno empezaba con aquello, el otro lo seguía, jugaban y peleaban antes de callarse y dejarse llevar. Algunos lo llamarían necesidad de cercanía, otros simplemente obligación marital, como fuese, era la relación que mantenían.

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