Capítulo 36: Fallo en la misión

274 26 90
                                    




Kyoya se enteró de algunas cosas sólo porque Tsuna soltaba la lengua sin siquiera pensarlo demasiado mientras estaba ocupado atendiendo al mocoso que no paraba de joderle la existencia al carcelero. Odiosos días interminables llenos de quejas, llantos, balbuceos y malos olores. Ocasionalmente Hibari incluso deseaba poder entrar en esa jaula, tomar al bebé y aventarlo fuera de su departamento, o mejor aún, dárselo a uno de esos investigadores de pensamiento depravado y abominable. Poco le interesaba la vida de un inocente mutado pues mientras no le afectara, todo podía valer un comino

La primera cosa que descubrió fue que los bebés de una manada eran presentados al líder, el mismo que nos acunaba, los llenaba de su aroma, los proclamaba como uno de los suyos, y sólo así los pequeños se sentían aceptados y seguros. Era como un instinto de supervivencia que ellos usaban, uno en donde lo más importante era hallar una familia. Además, se enteró que, desde el escape masivo y destrucción casi completa de la antigua central, las cosas se habían vuelto más complicadas para los clases A, los cuales fueron empujados a huir como ratas, usando las vías más solitarias, guiados por las clase A que estaban gestando y por consiguiente priorizaban su conciencia e inteligencia durante periodos largos de tiempo. No parecía ser nada semejante a una estrategia militar, eran sólo cosas banales.

Ellos, los enemigos, se estaban reproduciendo con normalidad, pero la nueva generación era cada vez más pequeña porque los ancianos pertenecientes a la inteligencia de la armada de resguardo se llevaban cada vez más y más clase A para los laboratorios. Las manadas ante esa amenaza cuidaban con esmero de todos los recién nacidos, siendo especial cuidadosos en los refugios que elegían y movilizándose cada cierto tiempo para evitar la localización exacta de los mismos, por eso Tsuna no había dado información exacta y certera incluso bajo tortura. Como añadidura, Kyoya se enteró que los bebés eran como los adultos, tenían vivos sus instintos, incluso mostraban comportamientos agresivos de vez en vez, o eso fue lo que Tsuna le dijo.

Sin embargo, cada clase A tenía su lealtad intacta, así que callaba o maquillaba las cosas que decía para proteger a los suyos y Tsuna era muy hábil en aquello



—Una misión — Hibari pateó las rejas con fuerza para llamar la atención, logrando que el castaño ocultara nuevamente al bebito debajo de la cobija y se ocultara en la esquina — muévete

—Lo sé... sólo déjeme cambiarlo — suspiraba aliviado porque por poco Hibari descubre la cabecita de Sora, aunque, no sabía ni cómo había logrado ocultar a su hijo por tantos días. No podía seguir prolongando aquello por mucho que lo deseara... sin embargo, se empeñaba en hacerlo

—No tengo tu tiempo

—Y supongo que soportará el aroma a pañal sucio durante el camino — lo dijo con seriedad a sabiendas de que la nariz de ese cabrón no podía ser controlada como la suya

—Apúrate

—Bastardo



Kyoya, a pesar de los numerosos días de convivencia, no se acostumbraba a escuchar los balbuceos de ese bebé, tampoco se acostumbraba a escuchar a Tsuna reírse bajito, ronronear como cantando alguna cosa mientras cambiaba al mocoso o cuando caminaba de un lado a otro con el bultito en brazos mientras lo hacía dormir. Tsuna solía platicar con el bebé, quien respondía entre risas y soniditos que no pasaban del "ba, pa, ga, na" en repeticiones fastidiosas para el azabache que se quejaba en un gruñido sonoro pero que el castaño ignoraba olímpicamente. Lo peor era el sonido de succiones a aquellos biberones, o cuando al mocoso se le ocurría gritar sin aviso previo. Kyoya protestaba cuando alguna de esas cosas ya se volvía intolerable, mas, la respuesta siempre era la misma: «es un bebé, ¿qué esperaba?». La actitud altanera no se había ido, por el contrario, había aumentado, aunque a veces lograba vislumbrar una mirada melancólica que de repente desaparecía



Problemas de ClaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora