Capítulo 12: Mandado

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Kyoya empezó su nuevo pasatiempo con esa simple tarea, alimentando al castaño con sus propias manos, obteniendo como resultado sumisión no completa, pero apreciable. La rebeldía ahora parecía ser simple juego en la jaula, las miradas eran incesantes y los pedidos de acercamiento muy sutiles. Kyoya progresivamente iba admirando a esa criatura como algo más que solo un carnicero, sino como una mascota. No progresaba mucho en los estándares, pero algo era algo y las cadenas fueron retirándose con ese "algo". Poco a poco y en instantes cortos, pero lo hizo para experimentar. Cuando soltó a Tsuna en ese lado animal, este se paseaba por la habitación como reconociéndola, como si fuese la primera vez que se hacía algo así. Tal vez sí era la primera vez que lo dejaba explorar a gusto. Platos rotos, informes rasgados, cobijas desparramadas y un Kyoya pensando que fue mala idea darle libertad, eran el resultado



—está demente si cree que dejarme sin amarras es conveniente – dijo con claridad cuando la parte humana llegó al completar el primer mes después del celo – lo mataré

—hazlo o a menos inténtalo – susurró mientras le quitaba atención y se ponía a leer alguna cosa

—¿puedo preguntarle algo, Hibari-san?

—habla

—¿Ha descubierto algo más acerca de mi familia? — posaba su rostro contra los barrotes y observaba

—aparte de que son hambrientos sexuales en el celo – lo miró por un momento y vio por primera vez como esas mejillas tomaban un color rojizo, y no por la sangre de algún ajeno sino por la propia – no mas

—maldita sea, ¡es un maldito engreído! Solo porque logró lo que ningún otro pudo

—así que eras virgen de allí atrás — claro, se burlaba, le apetecía hacerlo

—ni que todos fueran la misma basura que usted – se quejó y le dio la espalda al azabache – quiero que se muera

—me gustabas más en tu faceta de gatito

—púdrase

—¿cuánto te quedaras? — miraba de refilón al castaño. Quería saber qué tanto debía soportar a la parte pensante de mismo

—hasta que me dé la maldita gana

—¿recuerdas algo de lo que haces mientras estas en modo animal?

—a veces, pero cuando el instinto es poderoso la memoria se me borra y solo recuerdo el aroma a sangre — bostezaba mientras removía sus piernas

—no eres tan desagradable, herbívoro

—soy un carnívoro. Corrija su expresión — no había emoción en su rostro. Un vacío en la mirada y un suspiro que escondía frustración



Disturbio...



La orden llegaba de improvisto, de un momento a otro y todos tenían que cumplir. Esa era la ley que los regía y no podían luchar contra eso. Les habían amaestrado para callar y obedecer. Sin preguntas, sin dudas, sólo fijarse la meta temporal y centrar todos los esfuerzos en ella. Todos los carceleros eran reunidos en sus respectivos grupos, pero en esta ocasión, novatos ingresados en el último mes, carceleros más antiguos e inclusive los más altos rangos, fueron reunidos en una sala enorme en donde, quien dirigía, era un viejo longevo al que no habían visto más que en fotos



—la orden es de exterminio total — sin pisca de preparación previa. Una bofetada directa y poderosa

—¿por qué? — alguien se atrevió a preguntar. Tal vez aun conservaban un poquito de libertad de pensamiento

Problemas de ClaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora