Capítulo 35: Previo a esto

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—Vamos, mis niños — la voz dulce de una mujer madura resonaba entre la oscuridad de un pasaje vacío, carente de vida, en donde el moho se acumulaba provocando que el aire fuera pesado

—Mami, aquí huele feo — una voz aguda resonaba poco después, era la de una pequeña quien arrugaba su nariz para acentuar su afirmación — ¿por qué vamos por aquí?

—Te lo dije, Nagi-chan — sonreía con amor infinito mientras se detenía y arrodillaba frente a la pequeñita de cabello corto y casi violeta, el cual se opacaba debido a la oscuridad — debemos evitar los lugares más concurridos

—¿Es por ni-chan? — dejaba que su madre le acomodara la capucha de su suéter y sus ojitos inocentes esperaban una respuesta — ¿porque está extraño?

—Sí — sonrió intentando que su amargura no se notara demasiado — es por eso — no podía mentirle a su pequeña, debía ser clara



La mujer giraba un poco su vista cuando el tintineo de un par de cadenas llegó a sus oídos, no borró su sonrisa melancólica, sólo soltó un suspiro corto antes de levantarse y acercarse a cierto niño que no superaba los doce años. Era pequeño, estaba alejado unos considerables pasos que se ajustaban al largo de la cadena que lo detenía y a la vez le daba guía, tenía cabello azulado y hermosos ojos de diferente color, el uno azul, el otro rojo. Era un diamante en bruto, tan bello, pero sin forma clara

La mujer se mordía el labio mientras dejaba a su hija paradita unos dos metros lejos de su hijo mayor. Se acercaba sin miedo alguno porque sabía perfectamente que su retoño no le haría daño y, si es que lo hacía, no sería intencional. Escuchó un gruñido bajo, pero sin asustarse se arrodilló frente al pequeño al que le había atado las manos con las cadenas que tintineaban ante movimientos bruscos. También le acomodaba la capucha e ignoraba los intentos de su pequeño por morderla, lo trataba con cariño y dulzura porque era su preciado hijo



—Muku-chan — sonreía mientras se aseguraba de que el bozal estuviera bien colocado — mírame — pedía, pero ante la negativa de su pequeño y el intento de ataque, ella sólo lo sostuvo de ambas mejillas y lo obligó a mirarla — mami sabe que tienes hambre... sólo aguanta un poco más porque debemos salir de esta ciudad.

—Ni-chan — la pequeña se acercaba unos cuantos pasos, pero se detenía ante la seña de su madre

—Cariño, sabes que no debes acercarte a Mukuro cuando está así — escuchaba el leve gruñido bajo, el mismo que con el tiempo se iba transformando en una especie de chillido semejante al de algún pájaro que estaba a la defensiva

—Ni-chan dice que el aroma de este sitio lo está poniendo ansioso — la pequeña restregó su mejilla y se balanceó sobre sus piernitas — dice que puede comer un ratón — jugaba con sus dedos sin atreverse a mirar a su madre — y que... — pero se detuvo, no quería ver a su madre asustada

—Dime, Nagi-chan. No tengas miedo... — sonreía para darle confianza a su pequeña mientras acariciaba las manos atadas de su retoño

—Yo puedo — a pesar de ser una infante sabía que su madre no se sentía cómoda con algunas cosas — yo huelo a esos ratones y... puedo traer un par

—Nagi-chan

—Mami — decía acercándose sin miedo hacia su hermano — puedo hacerlo y así ni-chan ya no morderá a nadie más

—Lo sé, Nagi-chan — suspiraba con resignación porque no podía inhibirles ciertos instintos — pero me da miedo que puedan verte... y...

—Mami... ham... hambre — la voz algo entrecortada, bajita, perteneciente al niño fue lo único que tuvo que escuchar aquella mujer de largos cabellos morados oscuros como para ceder

Problemas de ClaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora