Ataque sorpresa

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Su situación era confusa, era evidente cuando aún en los cálidos brazos de quien debería ser su Alfa, no se sentía correcto, ni a gusto. Trato de moverse, salir del apretado agarre, no debió ceder la noche anterior –Quédate quieto- La voz de mando volvió a llenarle el cuerpo de electricidad, la sentía tan placentera que olvidaba la verdadera intención, darle una orden.


-Como te atreves a darme ordenes, ¿Quién te crees?- Siguió retorciéndose, hasta que con su propia fuerza obligo al Alfa a soltarlo, quitándose brusco, los brazos que protectoramente lo habían acunado.


-Soy tu Alfa- Le gruño, despertándose de una vez, no estaba de malhumor, tenía más que claro que los momentos de paz juntos eran cortos.


-¿Cuándo me preguntaste si quería ser tu omega? Y ¿Cuándo acepte serlo?- Pregunto genuinamente indignado.


-Oh no sabía que teníamos esa clase de relación, donde nos preguntábamos amorosamente las cosas, desde el principio pensé que solo tomábamos lo que nuestro instinto dictaba- Le dedico una mirada cansada, como si estuviera aburrido de algo, enervando más al salvaje.


-Odio cuando haces eso, usas palabras de esa forma extraña, como si todo estuviera bien pero de alguna forma entiendo que no lo está, me recriminas sin hacerlo, para de hacer eso- El doméstico volvió a reír con ganas, por lo tierno que a veces se le hacía el salvaje, por lo fácil que ambos se leían, además de lo susceptible que era, porque conocía a muchas personas que no entendían el sarcasmo.


-Solo trato de entenderte, de encajar en todas las reglas, dejar de ser solo el León doméstico, entonces sigo mis instintos, trato de ser el más fuerte para no avergonzarte y te protejo, tienes mis crías y solo conmigo vas a copular, eres mío siguiendo esas características, así es como se decide ¿no?- Había aprendido bien como era toda la jerarquía, el extraño sistema del lugar y si estaba en lo correcto, Jimin debía darle ese merito, pero lo odiaba, odiaba a todos esos Alfas salvajes que pensaban que podían reclamarlo, a la fuerza, sin preguntarle lo que quería, sin tener en cuenta sus...la forma en la que se sentía al respecto.


-Sí, así son las cosas y lo odio, tuve que aprender a luchar y enfrentarme a todos esos estúpidos Alfas, que solo me querían como un trofeo de caza, su ascenso a ser la cabeza principal del grupo, no quiero ser la pertenencia de nadie, quiero decidir, yo creí que...- Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, al darse cuenta de que siempre había apreciado que Jungkook fuera diferente.


-Es injusto, que desde que nos encontramos me insultaste y trataste de la peor forma, recalcándome tus leyes, degradándome por no ser como los demás Alfas, ahora lo soy y me convierto en el malo, no puedes tratar a otros como quieras para luego exigir un trato diferente, uno que no mereces- Él sabía que no lo merecía, le dolía que se lo recalcara, que estuviera llorando frente al doméstico, viéndose patético y afectado por sus palabras.


-Si no lo merezco, ¿Por qué sigues a mi lado? Vete, busca al omega perfecto que te trate bien y encaje en tus creencias de ciudad- Estaba molesto, como pocas veces llegaba a estarlo, ese pequeño omega se creía con el derecho de darle ordenes, de llegar, meterse en su corazón, oprimiéndolo y lastimándolo con sus duras espinas, para que cuando ya no tuviera el control, escapar.

El Rugido Salvaje[1] /Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora