¡Ayuda!

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Jungkook llego por fin al departamento, estaba realmente exhausto, de una forma mental más que física. Dispuesto a dejar el mundo atrás e irse a dormir, comenzó a sacarse toda la ropa, sintiendo un alivio cuando el fresco ambiente golpeo contra su piel, ya libre de todas las ataduras de la ropa. Entre sus pertenencias desparramadas, las arrugadas entradas a un teatro le recordaron todos los inconvenientes. Planeó tener una cita con Jimin, cualquier evento agradable que fuera diferente en su rutina, que lograra acercarlos más pero se vería mal, dañaría por completo su imagen, como iba a presentar a un omega ya embarazado cuando la muerte de Sungjung aún estaba fresca, demasiado inmoral.


Por lo que solo le quedaba unas opciones, mantener oculto al salvaje o volver al territorio de los leones, o devolver a Jimin a su territorio, venir a la ciudad a trabajar y volver por las noches. Lo había hablado con su tío, Taehyung volvería, era el chamán y al parecer eso era importante por alguna razón, como lo era limpiar el templo que tanto custodiaban. Ellos pertenecían a esas tierras, los domésticos eran los que debían adaptarse y sinceramente Jungkook no sabía que esperar, como iba a renunciar a todo por aquel omega, apenas se conocían, solo se habían lastimado mutuamente en lo que llevaban de relación, era en pocas palabras, una locura.


Entro al cuarto del Omega, esperando encontrar su suave figura rodeada de las deliciosas feromonas. No había nada, el Alfa corrió revisando cada rincón del departamento, sintiendo el pánico crecer con cada infructuoso intento, estaba más que comprobado que Jimin no estaba allí... ¿Se había ido? No podía ser, le prometió que lo intentarían.


Llamó rápidamente a los guardias, ordenándoles buscar al Salvaje por todo el lugar, debía encontrarlo, algo definitivamente debió pasarle, Jimin no le mentiría, no huiría de él, confiaba, quería creer que no lo traicionaría.


Y así era, el Omega de León solo fue a dar un respiro, era una criatura salvaje, como iba a quedarse tanto tiempo encerrado, necesitaba salir y estirar las patas. Solo que su pequeño paseo fue interrumpido por tigres ¿Qué hacían los tigres del grupo del bosque allí? Tan increíble como pudiera parecer, fue obligado a trasmutar para correr de sus cazadores, que no dudaron en abalanzarse, con sus gigantescas y torpes formas.


Entonces allí estaba, causando un gran caos en el centro de la ciudad, saltando entre los grandes trasportes y tumbando sin delicadeza a los incautos peatones, desesperado por ocultarse o encontrar ayuda, mientras las extrañas criaturas quiméricas lo seguían al ras. Cada vez que se volteaba, allí estaban, con sus grandes colmillos y esos aguijones de metal, que menaban como una cola pomposa, con la que sacaban del camino a cualquiera; eso lo aterraba porque al mínimo contacto, las personas caían inconscientes, muertos o vivos, le era imposible precisarlo.


Doblo como pudo en una esquina, rapando en el suelo, dejando la marca blanca de sus uñas en el duro asfalto, solo corría, con sus venas inyectadas con tanta adrenalina que se sentía volar, las figuras a su alrededor solo eran manchas, cualquier dolor o incomodidad, por cómo se estaba golpeando contra todo, en su afán de escapar, era totalmente eclipsado por la sobredosis que estaba experimentando su cerebro.


No tenía un camino, plan o refuerzos, solo era él huyendo, guiándose de su instinto. Había una clase de elevación, donde la arquitectura de las delgadas escaleras era un problema para sus grandes patas, forzándolo a usar más energía, agotándolo cada vez más, molestando en todo momento su recorrido hasta llegar a una clase de valle, donde había mesas por todas partes, faroles decorados que iluminaban tenuemente el lugar. Estaba apenas lleno por un grupo de no más de veintiún personas, que al ver al imponente león, abandonaron cualquier actividad en la terraza para correr al interior del restaurante.

El Rugido Salvaje[1] /Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora