Venganza

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El silencio sepulcral en el que se sumía el bosque fue cortado, con un estruendo inorgánico, distorsionado y chirriante. La negrura fue iluminada por la fulgurante energía de la magia, pura en una gama de colores que enceguecían a todos los espectadores de semejante demostración de poder.


Las Mantícoras se encontraban desorientadas, torpes por el agudo chillido que taladraba sus oídos, débiles por la constante exposición al hechizo de luz, que menguaba su fuerza. Cayeron cuando sus alas no fueron capaces de sostenerlas más, dejándolas a merced de los enfurecidos leones, a quienes trataron de atacar con sus zarpazos débiles, descoordinados movimiento y lento raciocinio. Aun con seguían luchando, defendiéndose con sus venenosos aguijones, no importaba que todo estuviera en contra, mientras el Líder siguiera en pie, el contrato de corrupción corriendo por sus pútridos cuerpos, los mantendría vivos.


Dos macizos leones atacaron a la vez a la misma bestia, con la mandíbula abierta al tope, mostrando todos sus colmillos mientras rugían para intimidar a su presa. En el momento que se sintió arrinconada arremetió, siguiendo aquel instinto irracional de rabia, se impulsó para despedazar a la alimaña a su izquierda, el de la derecha por su parte reacciono y como una flecha se abalanzo, mordiendo con fuerza en la mitad de la cola negra, aquel sector que había identificado, justo donde las espinas parecían no proteger aquel aberrante apéndice, un punto débil, que crujió pegajoso bajo la poderosa mordida, astillando todo el interior de la boca. Sin importar el dolor y vomitivo sabor, arranco de un tiro aquella letal arma. La quimérica criatura rugió desagradable, más como el alarido de una rata, desintegrándose lentamente, consumiéndose por el veneno liberado en su propio sistema, que corroía sus entrañas.


Otro grupo de tres leones encerró a una de las más grandes, dos de ellos jalando aquellas alas, tan asquerosas en sabor y textura, como pellejo desgarrado, sostenido con insistencia a los huesudos cartílagos, haciendo fácil desgarrarlas, arrancarlas de la espalda de la bestia, que se retorció de dolor. Indefensa se contorsiono en el suelo, permitiendo que su aguijón fuera atado, sin peligro de que pudiera envenenar a sus atacantes. Recibiendo el golpe de gracia, cuando el tercero le desgarro la yugular, jalando del grueso pellejo hasta llegar a las arterias, estallando los vasos sanguíneos como un geiser en erupción, un asqueroso espectáculo de sangre cubriendo todo su alrededor, una carnicería brutal que fue secundada por todos los integrantes del clan, manchando el sagrado templo.


Darren estaba asqueado, no solo las imágenes eran enfermizas, todo el ambiente era pesado, pestilente y el ruido solo acrecentaba su malestar general, al no estar acostumbrado a esos niveles de estrés, no deseaba inmiscuirse en una batalla directa, solo se movía al ritmo de los demás leones, empeñado en buscar a Chanmi, debía ponerla a salvo, solo por su hermana estaba allí.


La presencia del gran Líder de los leones, atravesó el lugar, tan raudo y ágil como un pez en el agua, con un objetivo único, acabar con Joon, con su muerte toda la encarnizada contienda terminaría. A su espalda, el pequeño Omega lo seguía decidido, aunque debía apoyar a su hermano mayor, por su estado evitaría cualquier agresión innecesaria.


Los tres buscaban a alguien que no se estaba escondiendo, solo les basto atravesar el umbral al salón de rituales para encontrarse de frente con Joon, quien sostenía un brazo, delgado y pálido en comparación a los monstruos falanges que se apretaban contra la suave carne, marcándola en negros hematomas; aunque la dueña de la extremidad estuviera escondida detrás del impuro, los presentes sabían su identidad.

El Rugido Salvaje[1] /Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora