Condena

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Jimin tenía claro lo que iba hacer luego de mucho meditarlo, a su manera. Ya daba igual, solo sería un mes, ¿Por qué no disfrutarlo al máximo? Tenía a un increíble Macho Alfa, tonto y amaestrado pero eso no le quitaba el atractivo sexual, por lo menos mientras se encontrara callado. Añadiendo que estaba totalmente atemorizado, sumiso ante él, seria todo un desperdicio no aprovecharlo.


Con un mejor humor se dirigió al oasis, para sacar una gran cubeta de agua, los felinos la odiaban pero ese Alfa olía tan antinatural que sospechaba que gustaba de los baños. Ahora que tenía una mascota debía bañarla y alimentarla, como un dueño responsable.


Trato de sonreír cuando entro a la tienda cargando con lo que parecía una suave piel de antílope, tratando de ignorar como el Alfa se encogía en una rincón, a la defensiva, suspiro reuniendo coraje, sabía que lo que haría a continuación no le gustaría a su omega interno, que se jodiera, allí mandaba solo su parte racional.


Sin cuidado agarro de los cabellos al atemorizado alfa, este se quejó pero trato de caminar a su ritmo, tratando de que el proceso fuera más llevadero, porque odiaba el dolor y la mirada del salvaje le prometía que si presentaba problemas, eso era lo que recibiría, en grandes cantidades.


Cuando estuvieron a fuera, fue arrojado con fuerza al duro suelo, raspando sus rodillas y manos, que se interpuso para que su cara no se magullara más. Sin darle tiempo para que se recuperara del golpe y adquiriera una posición más cómoda, empezaron a caer baldados de agua fría sobre él, apena pudo correr la cara y poner sus manos como defensa ante el implacable ataque, era un acto tan humillante, quiso rugir pero sabía que era inútil, estaba psicológicamente atado de manos y pies.


-Cúbrete- Le ordenó golpeándole la cara con la prenda. Agradeció internamente cuando por fin estuvo envuelto en la suave textura, por alguna razón se sentía fresco y cómodo ahora –Mira- El salvaje volvió a llamar su atención, poniendo en sus narices la pierna de una cebra, así tal cual, del hueso de la extremidad aún se veían los restos del cartílago y tendones, la piel rayada cubría lo que parecía una masa de carne sanguinolenta.


-No, eso sí que no- Se alejó de aquel trozo de carne lleno ya de moscas, totalmente asqueado –No hay nada en este mundo que me haga comer algo en estado de descomposición, prefiero morir de hambre- Estaba histérico, ese definitivamente era su límite –No soy como tú.


El omega lo miró aburrido -¿Y cómo soy yo exactamente?- El tono de su voz era claro, lo estaba fastidiando y había tomado sus palabras como un insulto.


-Un salvaje, te paseas medio convertido por todas partes, no entiendo bien tu figura o como estas tan a gusto sin cansarte. Tus patas están deformadas, se ven desagradables así y no llevas ropa solo dejas que tu pelaje natural cubra tus partes privadas, no quiero verme así, no quiero comer así, solo déjame cerca de la civilización o mátame, no creo poder aguantar a que vengan a buscarme- Era en parte verdad, desde que había detallado a la luz del sol al omega pudo notar cosas que antes no, pero nada que le desagradara como había afirmado. Las orejas y cola de león que sobresalían le daban un aura tierna, las almohadillas rosadas que amortiguaban sus pasos lo hacían caminar como un bailarín. A la vez era endemoniadamente sexy cómo el recortado bello dorado cubría solo la pelvis como un bóxer, dejando a la vista las torneadas y musculosas piernas, torso, brazos del omega, que era solo masa fibrosa y firme, un sueño húmedo para cualquier Alfa, si estuviera en la civilización seguro sería una clase de celebridad.

El Rugido Salvaje[1] /Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora