Las primeras semanas del último año de mi carrera fueron un ir y venir constante. Habían comenzado las prácticas y descubrí que el pánico escénico es más terrible de lo que imaginaba.
Le conté a Anita de mi pequeño problema con las multitudes y se rio de mí con el pretexto de que eso nunca me detuvo antes.
Según mis profesores, yo era una persona introvertida hasta que me daban un motivo para hablar.
Puede parecer ilógico haber elegido una carrera en la que no tenía más opción que hablar frente a personas, después de todo, era mi deber enseñar; sin embargo, tengo esa costumbre de ponerme a mí misma en situaciones fuera de mi zona de confort.Antes creía que era una especie de reto. Una forma de crecer y de ponerme nuevas metas. Debí saber que llevaría eso a límites más extremos.
Sandra, mi única amiga en la facultad, comentaba todo el tiempo de que hubiera sido mejor elegir otra carrera. A veces creía lo mismo pero, ¿dónde estaba la diversión en eso?
Creía que la vida era sobre domar tus propios miedos y buscar nuevos retos para alcanzar.
Puede que haya vivido en una burbuja de inocencia la mayor parte del tiempo. Puede que aquello a lo que yo llamaba aventura, no era más que un sueño infantil en donde el mundo es un lugar perfecto que siempre se inclina a favor de los buenos.
Creía que todo iría bien por la simple razón de que yo era "buena persona" y esa era toda mi esperanza y mi incentivo.Pero ser bueno y ser bondadoso no es lo mismo.
Solamente en Capital Federal, el 12,1% de la población era pobre, y de ese valor, el 2,4% vivía en estado de indigencia, lo que equivalía aproximadamente a 72.000 personas que tenían por hogar las calles de una ciudad indolente y despiadada.
A veces me pregunto, ¿dónde estaba yo cuando todas esas personas morían de frío en las noches del crudo invierno? Cuando morían de hambre o enfermos, olvidados por un sistema que prefiere mirar para otro lado.
¿Dónde está la gente "buena" en esos momentos?
¿Dónde quedó la bondad?
Las personas tachamos a los demás como buenos o malos según sus acciones, pero yo pienso que no hacer nada también es una elección; y la bondad, es una decisión individual mucho más necesaria que el ser "bueno".Cada día, hacía el mismo recorrido desde el departamento hasta la Universidad. Usaba los mismos colectivos, a veces el subte, pero era más o menos el mismo camino. Era una especie de robot humanoide programado para repetir la rutina de ayer, de mañana y de pasado mañana, sin mirar a nada más. Sin desear mirar nada más.
No lo sé, tal vez me había cansado de las rutinas y de ver las mismas calles.
La cuestión, es que estábamos en plena etapa de parciales cuando decidí tomarme un respiro de tanto ajetreo y busqué otra alternativa de viaje.
Me fui por otra calle, usé otros colectivos y navegué un poco por el mar de gente de la capital. Sentía una pequeña descarga de adrenalina al conocer nuevos negocios, nuevas pequeñas plazas, nueva gente.Sergio y yo casi no habíamos tenido tiempo para vernos o charlar esas semanas. Los exámenes, las prácticas y los horarios diferentes apenas nos había dejado tiempo para dormir o comer. A veces teniendo que elegir entre una o la otra.
Una parte de mí quería hablar con él, salvar lo nuestro y ser felices; la otra parte tenía miedo de ver en sus ojos la prueba incuestionable de que ya no había nada para salvar.Entre esos pensamientos caminaba por la vereda llena de baches, cuando vi que restauraban el viejo teatro de la calle Santa Fe. Había leído sobre ese teatro, era muy antiguo en el barrio, pero estaba cerrado hace añares y si no lo demolían, era porque corrían el riesgo de destruir los edificios que lo circundaban.
No entendía por qué alguien podría interesarse en restaurar ese vejestorio, pero no me di cuenta de que lo habían comprado hasta que levanté un poco la cabeza y leí un cartel en lo alto. Di por sentado que el gobierno decidió malgastar más dinero en pintar un edificio en desuso antes que hacer algo con esas 72.000 personas sin techo.
«En Vida Nueva encontrarás una nueva razón para vivir», recitaba el cartel.
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Más de lo que ves © [EN EDICIÓN]
Ficción General«Hay personas que nacen y uno sabe que serán grandes. Esa clase de personas que no hace falta ser un genio para notar la grandeza que les espera. A veces pienso que Sergio era uno. Al extremo opuesto de esa línea, estaba yo. Son por esas cuestione...