Capítulo 30: San Telmo y el arte (parte dos)

65 11 8
                                    

La actividad no duró mucho después de eso, así que cuando terminó pasamos a la última parte del recorrido donde nos dejaban libres de explorar las diferentes esculturas y pinturas expuestas, donde una voz desde algún parlante explicaba su significado, quién la había creado y cuál técnica había aplicado.
En ese punto Mateo parecía absorber todo lo que veía y oía, cada detalle, cada sensación. La serpiente ya no se enroscaba tanto en sus dedos, se lo veía como pez en el agua, como si eso fuera lo único que de verdad estaba esperando.

Le dejé su espacio, dejé que descubriera todo a su paso, con sus reglas. Emanuel nos seguía y comentaba sobre lo que sabía, preguntaba lo que no y respondía alguna que otra pregunta que le hacía. El ambiente era distendido y tranquilo. Perfecto para mi Teo.
Mi hijo se tomaba la tarea casi con solemnidad. Era gracioso ver a un niño tan pequeño analizar una pintura como un experimentado crítico haría, casi como un coleccionista; o buscar cada detalle en una escultura, escuchando con atención el por qué y el cómo.
Sus cejas no dejaban de juntarse cada que algo era difícil para él, entonces Emanuel iba al rescate asegurándole que estaba bien no entender, que preguntar era lo correcto si quería aprender y que con el tiempo y la experiencia incluso a las obras más complejas se les puede encontrar el sentido.

Era una buena analogía a todo lo que conformaba a Mateo en sí mismo.
Él era, sin ninguna duda, la obra de arte más compleja que había tenido el placer de ver en mi vida. Cada detalle, gesto y comportamiento, denotaba la mano capacitada y creativa del creador, pero no sus intenciones o propósito. Me pregunté si de la misma forma que con el arte, el tiempo y la experiencia me daría la capacidad de comprender a mi hijo, de darle sentido al sinsentido de ideas y pensamientos que muchas veces me asombraban con la misma intensidad con la que me confundían.

Mateo era una obra de arte, sí, pero no a todas las obras de arte se las valoraba en su tiempo, no a todas se les daba la oportunidad, la chance de demostrar que eran mucho más que el rejunte subjetivo de su autor.
Quise creer, con todas mis fuerzas, que llegaría el día en que el mundo miraría a Mateo Páez, no como el niño con Síndrome de Asperger que logró o no algo, sino como el chico que superó todas las expectativas y lo dio todo para perfeccionar la técnica de su arte, de ir más allá de sus limitaciones para dejar claro ante todos quién realmente es.

El aire dejó mis pulmones en una fuerte exhalación. De repente el futuro parecía más incierto que el de la coneja Manuela, más pesado, con más obstáculos que ayer, aunque tal vez, con menos que los de mañana.
De repente me sentí cansada, cansada por un escenario que aunque todavía no llegaba, sabía que tarde o temprano nos tocaría enfrentar.

—¿Estás bien Lore? Estás bastante callada desde hace un rato. Parece como que algo te preocupa. —La voz grave y segura del doctor Rivera me despabiló.

—¿Qué? Ah sí, sí estoy bien —aseguré más por reflejo que por querer mentir. Unos pasos adelante, Mateo golpeteaba su pie contra el piso a la espera de que el niño que lo estorbaba de ver una pintura se moviera y lo dejara ver tranquilo. Casi sonreí, casi. Otro suspiro abandonó mi pecho, directo desde mi corazón.

—¿Estás segura? No te ves muy convencida. Si es algo sobre el comportamiento de Mateo, sería mejor que lo dijeras, así lo podemos hablar con Raúl y armar un plan entre los tres. —Sonreí un poco ante eso. La forma en que decía los tres, como si yo fuera parte intrínseca del equipo. No duró mucho la sonrisa, sin embargo.

—No, no es eso. Bueno, no totalmente. Quiero decir, sí es por Mateo pero no es por él. —Bufé molesta por mi incapacidad de explicarme. Emanuel dejó escapar una pequeña risa, eso atrajo la mirada de una mujer más adelante y la de Mateo. Me concentré en la del segundo, quien se veía poco contento con la pintura que tenía delante. No le gustaba y no me sorprendió, estaba llena de sus colores menos favoritos, así que siguió su camino hacia la siguiente.

Más de lo que ves © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora