XIX Pt.2

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Su interlocutor se comportó con una calma irritante. Echó un rápido vistazo en dirección a su amigo y luego rodeó la imponente mesa hasta colocarse delante de ella, sin duda con la clara intención de intimidarla.

—Buenas tardes, lady Dundee —la saludó Dragneel fríamente mientras tomaba asiento—. Le agradezco mucho que haya venido.

—¡No estoy de humor para esa clase de convencionalismos, así que vayamos al grano! ¿Dónde está mLucy?

—¿Lucy y no Lucía? ¿Abandona la farsa tan fácilmente? —Había una nota de verdadera sorpresa en su voz.

¡Qué se había creído ese energúmeno! ¿Qué se asustaría delante de Jellal cuando el honor de Lucy estaba en tela de juicio? ¡Maldito bribón!

—¡Mire, no tengo tiempo para tonterías! ¡Quiero saber qué le ha hecho a esa pobre muchacha!

Natsu achicó los ojos.

—La «pobre muchacha» está donde le corresponde: en Willow Crossing con su padre. Yo mismo la llevé hasta allí.

Ophelia lo miró boquiabierta. ¿Lucy estaba en su casa? ¿Con su padre?

Entonces asimiló la última parte de la frase.

—¿Me está diciendo que ha viajado con Lucy durante dos días sin ninguna dama de compañía? ¡Maldito...! ¡Es usted un tipo aborrecible! ¡Pues no se saldrá con la suya! Cuando acabe con usted...

—¿Conmigo? —estalló Natsu. Levantándose abruptamente del asiento, se inclinó hacia delante y plantó ambos puños en el centro de la mesa despejada de papeles—. La llevé allí después de que ella viniera a verme sola por la noche. ¡Esa querida pobre muchacha me ofreció ciertos servicios deshonestos a cambio de que guardara silencio sobre toda esa abominable farsa! ¡Sí, la llevé a su casa! ¿Qué más se suponía que podía hacer? ¿Abandonarla a su suerte, para que usted y Loxar se aprovecharan más de ella? ¡Por lo menos con su padre Lucy estará a salvo!

Ophelia notó cómo el rubor se expandía por su cara por primera vez desde sus años de colegiala. ¿Lucy se había... se había ofrecido a Dragneel? ¿Para comprar su silencio? ¡Virgen santísima!

La condesa se derrumbó en la silla más cercana, incapaz de digerir lo que había sucedido. La noche en que Lucy le había hablado con toda franqueza, no había sido capaz de vislumbrar lo desesperada que estaba la pobre muchacha.

—Así que no me hable de damas de compañía —continuó Natsu, con una voz baja y amenazadora—. Todo lo que sé es que usted y el desquiciado de su hermano la empujaron para que ella viniera a verme.

Ophelia alzó la cabeza con el semblante terriblemente indignado.

—¡Cómo se atreve, es usted un obseno...! ¡No tenía ni idea de que ella sería capaz de actuar de un modo tan desesperado!

—¿Ah, no? ¿No lo sabía?

—¡No! —La condesa giró la cara hacia lord Fernández—. ¡Dígaselo! Usted sabe que yo jamás...

—Señora, con toda franqueza, no sé lo que usted es capaz de hacer. Me dijo que quería que ella se casara con Natsu. Quizá pensó que enviándola aquí, a verlo, sería la forma de conseguirlo.

Ahora era el turno de Dragneel de mirarlos desconcertado. Se encaró a su amigo y dijo:

—¿Lady Dundee te dijo eso?

—Sí. —Ophelia se apresuró a contestar—. Pero jamás habría intentado lograrlo de un modo tan vergonzoso. Y Lucy no sabía nada sobre mis planes acerca de ella. La muchacha estaba convencida de que usted nunca se casaría con nadie.

My LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora