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Los ojos verdes alzan la mirada cuando la puerta del baño se ha abierto y observa a un Komaeda con el cabello mojado, polo hasta las rodillas, y ropa interior. Al sentir la mirada intensa, las mejillas del omega se prenden y baja la mirada con pena.

—Ven —escucha que dice Hinata extendiendo la mano—. Por qué no te has secado el cabello —le regaña cuando lo tiene sentado entre sus piernas, dándole la espalda.

—Sí, lo hice.

—Lo hiciste mal —agarra una toalla y comienza a frotar la cabellera blanca—. ¿Acaso quieres resfriarte?

No le contesta y solo alza los hombros. El sonido de las gotas de lluvia chocando con la ventana es lo único que se escucha. Aún así, hay tensión entre los dos, pero no es mucha.

—Listo —avisa poniéndose de pie y tirando la toalla al cesto de ropa sucia para entrar al baño.

Komaeda muerde su labio por los nervios. Al parecer, la lluvia no parará por lo que tendrá que quedarse hasta el día siguiente, la oportunidad de que se dé la conversación sobre lo que hizo anoche pueda suceder. Suelta un largo suspiro, sabe que será difícil conversar con Hinata; aún así, debe intentarlo. Sin poder evitarlo, agarra el borde del polo y lo lleva hasta su nariz para inspirar con fuerza.

—Hajime —susurra sonrojado por el aroma del alfa.

Baja el polo y desvía la mirada cuando la puerta del baño se ha abierto. Juega con las manos y muerde el labio con fuerza, ruega para que Hinata no lo haya visto ni escuchado.

— ¿Vas a dormir o verás alguna película? —Pregunta ignorando la actitud del pequeño omega.

—Ah, eh, pues —cruza las piernas—. Qué quiere hacer Hinata.

—Dormir —dice cansando y se acuesta.

Komaeda asiente y también se acuesta. El castaño apaga la luz de la lámpara y gira, dándole la espalda a su pareja, quien hace un esfuerzo para no desprender feromonas de tristeza.

Con duda, comienza acercarse al alfa y la mano le tiembla cuando lo ha abrazado por la cintura para ocultar su rostro en el cuello del castaño.

—Komaeda, no —dice en tono de advertencia—. Esta noche no.

Muerde su labio, sintiéndose mal.

Quiere llorar.

—Hinata —murmura contra el cuello morocho—. Por favor, no me rechaces.

—Perdón —retira el brazo blanco—. No puedo, esta noche no.

No dice nada, solo se aleja y gira para mirar la pared. El sonido de la lluvia y ventana vuelven apoderarse de la habitación. Los minutos pasan y ninguno puede conciliar el sueño.

Hinata sabe que debe hablar sobre lo de anoche. Mientras tanto, el contrario está que se desprecia debido a que piensa que el castaño lo rechazó porque es una basura.

Aprieta las sabanas cuando las lágrimas se acumulan en sus ojos y trata de darse fuerza mental para no llorar. Cierra los ojos con fuerza y deja que las mejillas se empapen, muerde el labio debido a que los sollozos quieren hacerse oír; pero no quiere. Siempre termina llorando.

Ha desprendido feromonas de tristeza, su propio aroma hace que se maree, no quiere imaginar cómo estará Hinata, quien ha girado para acercarse y pasar un brazo por su cintura. Aquella acción, solo hace que más lágrimas salgan y se odia tanto por ser débil.

—Perdón —hipea temblando de miedo porque siente que ha incomodado al alfa cuando no es cierto—. Perdón, no quise…, mi aroma, perdón, Hinata.

Nuestro Amor © (HinaKoma/Omegaverse) [Segunda Temporada] |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora