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Frunce el ceño con molestia cuando los rayos del sol traspasan la ventana de su cabaña, suelta un gemido de incomodidad y agarra una almohada para tapar su rostro. La cabeza le duele, el mal olor del lugar no ayuda a que pueda conciliar el sueño, de nuevo, y sin más opción decide ponerse de pie. 

—Mierda.

Dice, después que ha resbalado con una botella de alcohol y observa cómo el líquido mancha el piso. 

—Ugh. 

Se queja con asco al observar la pequeña barba que se le ha formado debajo del mentón y busca la hoja de afeitar sin éxito. Alza los hombros, señal de que no le importa; es decir, al final de cuentas no es como si va a salir al exterior. No tiene nada que hacer afuera, es mejor si continúa encerrado en las cuatro paredes con la compañía de la comida chatarra y botellas de cerveza. 

—Un cadáver se ha encontrado —murmura tomando un largo sorbo—. Pupupu.

Suelta una risa irónica al recordar las vivencias que tuvo en el juego. Se acuesta en la desordenada cama y un sollozo se le escapa al ya no oler el aroma a vainilla en las sábanas.

Extraña a Komaeda.

Hace dos días que salió del hospital, luego de la pequeña pelea que tuvo con Togami, y no ha vuelto a regresar. No quiere hacerlo, tampoco, no quiere observar como todos sus compañeros lo miran como si fuera una especie de monstruo.

—Aunque lo soy —siente como la garganta le arde y deja que las lágrimas descienden por sus mejillas—. Nagito...,perdón…, perdóname.

Llora con amargura. 

—Perdón, Nagito —bebe más del agrio líquido—. Perdóname. 

Siente que va a vomitar en cualquier momento y gruñe con fastidio al sentir como su lado alfa exige que vaya con su pareja.

—Es mejor que muera —dice con la mirada perdida—. Debí hacerlo cuando me dijeron que no tenía talento.

En medio de su desprecio, Hinata siente como el pecho se le oprime, un desagradable sentimiento se hace presente por todo su ser, su lado alfa comienza a ponerse intranquilo y su respiración se vuelve pesada.

Es Komaeda.

Es su omega.

Su pareja lo llama con desesperación. Está asustado, triste, quiere que esté con su persona en estos precisos momentos. Algo malo le está ocurriendo al albino y sin pensarlo dos veces sale de la cabaña rumbo al hospital.

Mikan observa con preocupación cómo el chico de cabellera blanca está que se retuerce encima de la cama, aprieta con fuerza las sábanas y suelta gemidos de dolor; mientras el sudor cae por su frente y el aroma a soledad se apodera de la habitación.

— ¿Qué tiene? ¿Qué le pasa?

Pregunta Monoka con miedo al no saber qué le está pasando al contrario. Hace apenas unas horas estaba en la habitación de rehabilitación, Komaeda parecía contento en saber que ya puede dar unos cuantos pasos sin la ayuda de las muletas y, de repente, comenzó a quejarse terminando en una crisis de pánico, llorando y gritando debido al dolor.

—E-Este, pues…, K-Komaeda...

La Enfermera de Preparatoria suelta un pequeño grito cuando la puerta se ha abierto de golpe.

—Hinata —murmura la niña al verlo y abre los ojos cuando observa como se acerca al omega— ¡No! ¡Vete!

Le gruñe con rabia.

—M-Monaka, creo que…, que es mejor dejarlos…, dejarlos solos —menciona la beta con su habitual forma de hablar.

— ¿Estás loca o qué? — Extiende los brazos, impidiendo que se acerque más a la cama—. No dejaré que éste le ponga un dedo encima a Komaeda-nichan.

—Ah, p-pero…, K-Komaeda —grita al escuchar otro gruñido— ¡Komaeda necesita a su alfa!

El mencionado tiene los ojos cerrados, se queja con más fuerza y las lágrimas no dejan de descender por las sonrojadas mejillas.

— ¿De qué estás hablando?

—La marca —responde Hinata con seriedad—. Es por la marca. 

La cachorra mira por encima de su hombro como la marca en el cuello del omega está un poco amarillenta, señal de que está comenzando a pudrirse.

—Igual, no pienso dejarlo solo —murmura con los ojos llorosos— ¡No dejaré que le hagas daño!

El alfa frunce el ceño, cabreado, debido a que siguen sin dejar que se acerque a su pareja. 

—Monaka, vete, ahora —ordena dando un paso al frente—. No voy hacerle daño. No más —promete apretando las manos—. Por favor, déjame a solas con Nagito.

Niega varias veces.

—Monaka, estoy siendo paciente —trata de controlarse—. Vete, por favor. No quiero usar la voz.

La niña muerde el labio inferior por la duda que siente en dejar al omega. 

—M-Monaka...es mejor hacer caso —los ojos de Mikan le ruega que se vayan—. K-Komaeda va a estar bien...s-solo...vámonos, ¿sí?

El alfa hembra está por negarse, otra vez, cuando escucha cómo las quejas por parte del chico en la cama se hacen más audibles. Los ojos de Hinata se dirigen hacia el sonido, aprieta más las manos al observar como el albino está sufriendo, su lado alfa comienza a ponerse nervioso y pequeños gruñidos salen de su garganta. 

—No, no voy a dejarlo —el tono es decisivo y el castaño no puede más— ¡Me queda...

—Sal. Ahora. Monoka. 

La niña chilla en voz baja debido a la voz del alfa, baja la mirada inmediatamente y escucha cómo su corazón late con demasiada rapidez. Siente como Mikan la abraza por encima de los hombros y deja que la lleve hacia la salida, no sin antes mirar por última vez a Komaeda, quien ha dejado de quejarse al reconocer el aroma a chocolate que está a su lado. 

Nuestro Amor © (HinaKoma/Omegaverse) [Segunda Temporada] |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora