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—O sea... Me estás diciendo que después de que saliste huyendo de mi casa fuiste directo a su rescate, entonces ella estaba sola y tenía una bebé de unos cuatro meses en sus brazos y ésta estaba muy enferma, fue cuando decidiste tomar un taxi para ir directamente al hospital y decirle al hombre del taxi que se quedase con el cambio de un billete de cincuenta dólares, y posteriormente te hiciste pasar por una de las madres de esa bebé, y de pronto ¡Boom! Una rubia anoréxica aparece diciendo que las estará acosando a ambas por maltratar a la niña.—Especuló Dinah después de que su mejor amiga le contase todo lo que había pasado la noche anterior.

—Todo pasó tan rápido, Dinah... Yo... No estaba pensando en lo que estaba haciendo, simplemente lo hice...—Confesó Camila mientras acomodaba los productos que habían sido recién abastecidos.

—¿Cómo reaccionó al saber que tenías pene?—Cuestionó haciendo que la ojimarrón realmente se sintiese avergonzada por la imprudencia de la pregunta.

—Oh por dios, Dinah, en vez de hacerme esas preguntas deberías estarme ayudando, quiero salir temprano. Tengo cosas que hacer llegando a casa...—Comentó Camila evitando por completo la pregunta que le había hecho su mejor amiga.

—Sólo dímelo...

—Sólo ayúdame.

—¡Anda!—Rogó en un puchero. Camila rodó los ojos, su mejor amiga podía llegar a ser igual de fastidiosa que una niña pequeña.

—Bien...—Cedió Camila logrando que la Polinesia se calmase—... Ella no le tomó casi importancia. Ni siquiera me hizo preguntas, preguntas como las que tú me hiciste cuando éramos pequeñas...

—¿Y qué se siente poder hacer pis de pie?—Preguntó la niña con curiosidad mientras jugaban con aquella casita de muñecas.

—Es bastante genial..., Mi papá dice que puedo ir al baño en cualquier lugar, pero mamá me regaña cuando digo que haré pis en un árbol igual que papá...—Contestó la pequeña confundiendo a su mejor amiga.

—Tal vez es porque eres una niña...—Razonó la pequeña.

—Tal vez tengas razón, Dj..., Pero no soy una niña normal. Las demás niñas se burlan de mí porque no soy... “normal” —Dibujó unas comillas en el aire— ...Aunque no entiendo qué es lo que quieren decir cuando dicen eso. Yo me siento completamente normal...

—¡Y lo eres Mila!—Esbozó una gran sonrisa que carecía de un diente.

—Bueno, tenía curiosidad. Ya sabes. Sería genial tener un pene para ir meando por donde quieras, y ya sabes..., Con las chicas ni se diga... Sería tan... Uff...—Vaciló ganando que la latina le tírase por la cabeza una de las cajas vacías.

—Que bueno que no tienes un pene. No me imagino a cuantas chicas ya hubieses preñado.—Murmuró sonriendo ante las estupideces de Dinah.

—Bueno, tú ya tienes a una bebé y sin necesidad de cog...—Otra caja impactó contra el rostro de la Polinesia.

—¿Puedes dejar tus comentarios para el camino a casa y ayudarme con las cajas?—Interrogó subiendo a esa escalera, haciendo que aquella chica suspirase y accediera sin opción alguna.
Acuclillándose para tomar otra de las cajas, abriéndola para comenzar a sacar los productos y pasárselos a Camila quien estaba arriba de una escalera.
Camila tenía aquella obsesión con tener todo acomodado en su lugar. No podía ver una cosa desordenada porque de inmediato lo acomodaba. A veces le castraban un poco aquellas personas que sólo entraban a la farmacia a hacer desorden por todos los pasillos para al final no llevarse nada, o también que simplemente se les diese la gana dejar uno de los productos en cualquier pasillo; por ejemplo el otro día se encontró unas golosinas en el pasillo de cuidado de la mujer.
Le irritaba, era obvio. Todo tenía que estar acomodado a la perfección.

Heridas; Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora