38. "Estrella Fugaz"

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"Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra."
-Clemenceau

-Abueli...- el nombrado cubrió la boca de la pequeña. -Shhh...- alcanzó a sonar antes de que el silencio de la noche fuera interrumpido abruptamente por los trotes de las bestias y las grandes voces de sus perseguidores; por su tamaño Lulu y su abuelo pudieron esconderse entre las raíces de un árbol. El gran bosque estaba misteriosamente quemado, el humo indicaba que las llamas acababan de extinguirse, aún podían sentir el gran calor que desprendía el interior de su escondite, los restos del bosque desprendían un olor a caoba fresca; muchos árboles aún seguían de pie sin embargo, muchas de sus ramas se convirtieron en polvo, una particularidad notable de las cenizas era ignorada tanto por los hombres como por los yordles.

-¡Alto!- La tropa se detuvo cerca del árbol en donde yacían ocultos. Un gran hombre, bajó de su corcel. Varios perros olfateaban el perímetro. La pequeña empezó a temblar, su abuelo la abrazó fuertemente mientras trataba de canalizar algo de magia pero era inútil.

-¿Alguien vió hacia donde se dirigieron?- cuestionó quién podría ser el líder. Nadie contestó. -Sabandijas... ¡Retirada!- mandó con voz sonora y empezaron a trotar de nuevo; cuando regresó el silencio, el yordle peliblanco soltó a la chiquilla y salió de aquella prisión de raíces para mirar alrededor, sus orejas atentas buscaban cualquier ruido violento, el viento ayudaba a despejar el cielo mostrando la Luna.

La pequeña empezó a toser, el yordle se acercó a ella para auxiliarla.

-¿Por qué nos perseguían?- preguntó con cansancio la chiquilla.

-Porque nuestras ropas indican que somos aliados de sus enemigos- respondió con franqueza mientras miraba para todos lados, después se enfocó en su uniforme, rojo, negro y plateado. La yordle tenía una túnica negra con rayas rojas, la cual hacía resaltar su cabello violeta.

-No entiendo por qué no pudimos usar magia- el yordle peliblanco se cuestionaba mientras tomaba la mano de su nieta. -Siempre son vulnerables ante ataques mágicos... ¿Pero qué cambió hoy?

-Árboles- señaló Lulu a los restos de ellos. -No tendría por qué, tal vez es otra cosa...- mañana debemos de dar aviso, ellos nos protegieron, a ellos protegeremos. -Él miró a la pequeña, ella asintió.

-Recuerda eso siempre Lulu, cuida de los que te cuidan. Si vas a amar a alguien, que él te cuide a ti así como lo hago yo, y te ame tanto como yo- dijo con esperanza.

-¡Claro que si abuelito!- afirmó gustosa mirándolo, después su atención se dirigió de su abuelo a una luz que recorría el firmamento.

-¡Una estrella fugaz!- exclamó con alegría. El yordle identificó a una criatura que viajaba a una gran velocidad, emitía un color amarillento, parecía tener un cabello blanco y patas de palo, su rostro estaba tapado por una extraña máscara.

Un espíritu...

Se dió cuenta que era una deidad de la cuál solo habían relatos de los ancianos. Aún así, no quería negarle a la pequeña la ilusión que tenía en su mirada.

-¡Vamos! Pide un deseo mi pequeña, recuerda, no lo digas en voz alta.

La chiquilla asintió emocionada con la cabeza, cerró los ojos y resonó dentro de su mente con todas sus fuerzas lo primero que se le ocurrió en ese momento.

¡Quiero un príncipe azul que me cuide y me quiera mucho mucho como mi abuelito!

-Ven Lulu, dormiremos aquí- mencionó el yordle ya calmado. Regresó al escondite y se sentó, la chiquilla hizo lo mismo y se acrrucó con él. Siempre era así cuando tenían que huir de algo, no hacía preguntas y obedecía.

Abrazando A Mi Luz Oscura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora