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Tal vez llorar ya no nos alcanza. Tal vez solo hay miedo a la distancia, miedo que nos hace ver sin sentir. No voy a hablar de lo que has vivido, solo pedir quédate conmigo. 


Su sonrisa era hermosa. No había nada que quitara esa realidad. Sus dientes perfectamente blancos, alineados y de un tamaño coherente con respecto a su bello rostro. Sus labios, finos y deliciosos. Su nariz, entre pequeña y besable. Sus pómulos. Sus ojos con rasgos tan fuertes. El color de su piel. Su vello facial, esa barba de tres días. Sus cabellos peinados como si fuera una estrella de rock.

El problema era cuando esa sonrisa no era para el.

- ¿Esta linda la conversación? Avísame, si queres me voy.

- Ay, Alexander. Era solo un chiste del grupo de whatsapp.

- Ah, bueno. Que bien.

- ¿Te estas enojando?

- No para nada que se yo. Manejate.

- Amor... - Dijo Magnus dejando el celular a un lado.

- Esta perfecto, ósea estas acá conmigo ¿Tenes que estar con el celular? En ese grupo de mierda... Con esos pelotudos.

- Basta. Son mis amigos.

- Whatever.

- ¿Queres ver?

- No me importa. Ya fue.

Y ya todo quedaba arruinado. La conversación, el día, lo que sea que hubiera sido bueno. Nada de lo que hubiera pasado o iba a pasar arreglaría las cosas. La pregunta era si... ¿Se podría haber evitado? ¿De quien era la culpa? Magnus se quedó en silencio mirando el centro de la mesa. El celular seguía vibrando pero ninguno de los dos se movían. Alec estaba echado en la silla mirando a otro lado. 

La mesera paso y preguntó si podía juntar las cosas. Magnus muy respetuoso le sonrió y le ayudo. Le pidió la cuenta y a los cinco minutos se la trajo. Alec los miraba con cara de pocos amigos. Una vez que Magnus pago, Alec se levantó y se dirigió afuera del café donde estaban. Se quedó esperando afuera parado junto a la moto que era dueño.

- ¿Vamos a tu casa? - Le preguntó Magnus una vez que salió.

- No se si quiero que vengas.

- Te puedo compensar por lo que pasó.. - Magnus lo abrazo por detrás.

- No.

- Bueno...

Magnus apoyó su cabeza en la espalda de su novio y se quedó en silencio. Era como si supiera que Alec necesitaba tiempo para pensar. Y eso hizo. Pasaron cinco minutos en silencio y se movió.

- Bueno, ¿Vamos?

- Si dale.

Ambos se subieron a la vez a la moto, con sus respectivos cascos y cuando sintió que Magnus lo abrazaba para sostenerse, Alec arranco y manejo directo hasta su casa. Magnus se bajó y mientras esperaba a que Alec entrara con la moto, puso su celular en silencio.

Una vez que entraron a la casa donde vivía Alec, una pequeña pero acogedora casa que quedaba detrás de un local de comidas. Vendían pizzas, tartas y empanadas para llevar. Claramente Alexander era el que hacía el delivery, pero solo los fines de semana.

- Me voy a bañar, hacete unos mates si queres.

- ¿Queres que te acompañe? - Le preguntó Magnus.

- Como quieras. - Dijo un Alec que necesitaba esa ducha fría.

Pero Magnus decidió no ir. Cuando pasaban estas cosas, era mejor dejarlo solo. A veces una ducha era lo mejor que le podía pasar, el agua tenía algo que se llevaba todo su malestar. Cuando salía del baño estaba calmado y dócil.

A veces Magnus se quedaba mirando la puerta de la habitación. Pensando, entre muchas cosas, si alguna vez el agua no podía calmarlo... ¿Quién lo haría? Se echó en la cama, quitándose la ropa, quedándose solo con el boxer. No había que pensar a futuro el ahora era lo importante y evitar todo tipo de situaciones que lo alteraran.

Tomo el celular y miro los últimos mensajes, casi se le escapa una risa con otro chiste que habían enviado pero se contuvo. Apago el celular y lo guardó entre las ropas. Al cabo de media hora, Alec apareció desnudo en la habitación, buscando algo que ponerse. Por que si, era su casa y andaba así cuando quería.

- ¿Para que te vas a cambiar? Veni.

Alec lo miró y sonrió.

Estaba dócil.

Cree en mí (Malec AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora