CAPÍTULO 3

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Estiro mi brazo hacia la mesa de noche para poder agarrar mi celular y apagarlo ya que no deja de vibrar sobre la madera provocando sonidos asquerosos. Cuando por fin logro hacerlo me enrolló en mis sabanas, cierro mis ojos profundizándome a un nuevo sueño.

La noche de ayer fue confusa y normal en el sentido de que esperaba un mal trato de Tomas. No sé qué es más difícil que me insulten diciéndome mojigata o que se burlen del grande defecto que tengo. Sin embargo también extraña cuando vi al chico de ojos negros; que son como un tesoro, fáciles de admirar pero difíciles de obtener. Su cuerpo es tan efecto y el aura que lo rodeaba era limpia y sincera.

Unos golpes suaves provienen de la puerta me hace volver de nuevo a la realidad, y antes de decir algo o tomar una posición acorde para hacerme la dormida, la puerta se abre, provocando que la luz del exterior de alguna parte de la casa, ilumine parte de la habitación y dos pequeñas sombras se reflejan contra la pared.

-¿Emma, sigues despierta?- pregunta simón con su voz mimada e inocente.

-No.- respondo medio adormilada.

-¡Claro que sí!- grita cristofer.

Al acomodarme bien sobre el colchón, los dos pequeños toman impulso y se tiran sobre mí, estrujándome el pecho al igual que mi cabello desparramo por toda la almohada. Creo que mis hermanos tienen kilos de más.

- Llévanos al parque a jugar.- propone simón junto a mi oído.- y darnos de comer, tenemos mucha hambre.- se frota la panza mientras ríe.

-Vale, los alimentare con las verduras que mama ha preparado.- me incorporo y tomo a cada uno del brazo y los siento sobre mi regazo, cada uno en cada pierna.- con espárragos crudos.

Los dos hacen gestos de desagrado, haciendo ahorcajadas.

Todos los domingos llevo a mis hermanos a jugar al parque, o al centro de diversiones, y como buena hermana que soy, con o sin pereza, me toca llevarlos. Y cuando no lo hago lloran todo un día y soy yo, la que tengo que soportarlos.

Nunca llegue a pensar en tener hermanos, no sabía que sentía tener a alguien con quien confiar y a quien contrales sus cosas personales, y aunque mis hermanos sean muy pequeños para contrales mis cosas privadas, tengo el privilegio de distraerme y de preocuparme por dos hombrecitos guapos. Y pensar que ellos son mi fuente de respirar, es la sensación más hermosa que pude haber vivido.

Veo en sus rostros una sonrisa tan hermosa, que me hace dar suspiros melancólicos. Se parecen tanto a su padre, que me da tristeza saber que crecerán sin tener un padre y en algún momento necesitan de esa ayuda como me sucede a mí.
Muchas veces los gemelos preguntan por su padre pero mi madre les evita el tema, según mi ella, ellos no están en edad de saberlo aun.

-¿A dónde quieren ir?- pregunto enchinando los ojos.

-Al parque de diversiones.- dicen y empiezan a brincar encima de mí, acabando de romperme la pierna, ya que sus pesos durmieron mis pies.

-Comeremos mucho helado.

-Y algodones de azúcar.- termina simón.

Me muevo hacia un lado para tirarlos hacia un costado de la cama y me tiro sobre ellos con cuidado, empiezo hacerles cosquillas hasta que lloren de la risa y me supliquen que deje de hacerlo. No quiero un desastre y menos en mi cama.

Tomo el celular, al encenderlo varias llamadas y mensajes de Sara llenan la pantalla de inicio. Siento culpa por dejarla en esa fiesta y haberme ido sin su conocimiento, pero pienso de que ya está lo bastaste acostumbrada a esas fiestas y sabrá cuidarse sola.

ESTARÉ CONTIGO #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora