CAPÍTULO 42

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EMMA.

Han pasado tres días y Alan ya no me hable como suele hacerlo con cariño, y me contesta lo necesario cuando le pregunto. Hoy en la mañana su teléfono no dejaba de sonar y siempre cortaba volviéndolo a guardar en sus pantalones hasta que no pudo y lo apago. Le pregunto por más de tres veces lo que le sucede sintiéndome como una mierda y lo único que me dice; es por todo el trabajo que tiene. Si fuera por eso no tendría que actuar así conmigo, nunca lo ha hecho. Nunca había reaccionado así y mucho menos con una llamada. Me pica la mano por tomar el celular y husmear lo que esconde, pero me da miedo con lo que me pueda encontrar y tampoco quiero generarle más rabia aunque algo me dice que algo no va bien.

Sentados los dos desayunando, come en silencio leyendo algo de la computadora y solo me besa en la frente al levantarse e irse. De estar tan frustrada por su humor, el apetito se me quita y dejo el plato tal y como me lo trajeron. Hoy en la mañana Axel no dejaba de estar detrás de mí, y me decía cosas al oído y para su mala suerte Alan lo escucho y por un momento pensé que lo iba a golpear, pero solo lo tomo del brazo con fuerza y entrándolo a la oficina le dijo algo que no alcance a escuchar.

No quiero que este más así, por lo que intente estar más cerca de él. Le busco conversa, pero solo actúa cortante, lo invito a dar paseos y ni así, hasta que me rindo y decido darle tiempo. No me quiero sentir culpable por la noche anterior cuando le dije del matrimonio. Hoy en la noche sale nuestro vuelo hacia Colombia. Estoy muy emocionada por volverlos a ver a todos y poder abrazar a mis chiquitos. Hoy en la tarde vendrán Julio y Ángel a despedirse de nosotros y tomaremos algunas copas aquí, tal vez con la llegada de su amigo Alan pueda descansar un poco y así cambia su actitud.

***

En el trascurso de día Alan no sale de la oficina, ni les da el permiso a los empleados que entren, solo para llevarle alguna copa de vino. Me la paso en la tarde visitando el jardín y cuando llega la hora, Ángel me abraza con fuerza, Julio me da un beso en la mejilla. Alan entra a la sala igual de serio con las manos en los bolsillos y saluda con seriedad a los dos.

-Qué triste que ya tengan que partir, pero espero que Julio pida unas vacaciones para volver y así poderlos ver. – dice Ángel abrazando a Julio por la cintura.

-Saben que están bienvenidos. - dice. – Adelante. – indica Alan tomando asiento. Me toma de la mano y me acomoda a su lado.

Ángel toma a Julio de la mano y dándole un beso en la mejilla le pide ir lo más pronto posible a Colombia. Él asiente y dice ir en un mes, máximo.

Los cuatro charlamos y reímos acompañados de refrescos y pasa bocas. La ama de llaves estuvo pendiente de nosotros en que no nos faltara nada y mientras pasábamos un rato agradable Alan no me dedico ni una sola palabra. Siempre estuvo a mi lado y no me soltaba, pero cuando le preguntaba algo, afirmaba con un movimiento de cabeza, lo que me hacía sentir estúpida. Juro que quería darle un golpe en las costillas para que dejara de ser estúpido.

Ya en unas horas tenemos que partir de este maravilloso lugar al que no me quiero ir, si por mi fuera me traería a mi familia para acá, y es triste saber que no se puede. Lo único que me toca es tener conciencia de lo que sucederá cuando llegue de nuevo a casa y seguir con mi vida, enfrentándome a todo lo malo. No sé qué pasa con Alan, no me gusta su actitud y por más que le quiera preguntar estoy segura que no me lo dirá. Me da miedo que pueda ser algo malo que nos pueda ocurrir.

El teléfono le suena a mitad de conversación, lo toma y sin permitir que lo vea se levanta y pide disculpas. Sale del lugar hacia la terraza y contesta la llamada llevándose las manos hacia la cabeza como si estuviera ofuscado. Reparo sus movimientos intentando adivinar su estado, pero solo se toca el cabello, la barbilla y por último relaja los hombros.

ESTARÉ CONTIGO #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora