CAPÍTULO 21

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Alan

-Por una vez en tu desgraciada vida, cállate la puta boca. - le pido a mi madre con falta de aliento, jalándome los pelos de la cabeza apunto de herirme el cuero cabelludo y con las pelotas en la garganta intentando no explotar. Camino de un lado a otro por el lumbar de mi casa pisando fuerte sin importar que la nana este en la puerta recibiendo una entrega y de que mi hermana que está en la habitación, que de seguro debe de estar escuchando.

Tengo el humor fuera de lugar que me provoca traspasar este teléfono y....

No quiero, ni me provoca ver a mi madre a la puta cara, estoy exhausto de tener que pelear con ella y que llame, en los días en los que estoy más jodido y de muy poco humor, como si tuviera un chip para venir o llámame a joderme más la vida.

Es la mujer que me dio la vida y me crio, lo sé. Pero odio verla de frente y recordar los años en los que, hacia lo posible para no verme, o me encerraba con mi hermana en una habitación; cuando mi padre trabaja en el hotel y las trabajadoras domésticas tenían trabajo, así que aprovecha con facilidad para entrar a sus compañeros, según ella eran por trabajo. No olvidare los días en los llegaba del colegio y me regañaba por todo, castigándome sin tener algún motivo para hacerlo.

Cuando le da por llamar nunca lo hace con la intención de saber cómo estoy, que me hace falta o como me está yendo en el trabajo, solo llama para gritar cuando pierdo alguna suma de dinero o para saber cómo va la herencia de mi abuelo. Siempre le importo el dinero. ¿Acaso no tiene piedad con sus hijos?

- ¡No me hables en ese tono Alan, soy tu madre y merezco respeto! - dice con hipocresía. - Hazme el favor de venir ahora mismo a mi oficina para que firmes lo papeles del hotel.

Agarro una porcelana cerca de la estantería de vinos y al tiro contra la pared haciendo que esta se parta a la mitad y vuelan pedazos de vidrio por la alfombra. Esa mujer estas llenando mis casillas y no sabe de lo que soy capaz.

-Pida una, o miles de tazas de café y quédese esperando mi llegada, vete a la mierda. - cuelgo y tiro el teléfono contra a un costado del sillón y este rebota.

La furia puede conmigo en este momento, me molesta que llame y escuchar su penetrante voz. Sin embargo, me duele actuar junto a los demás como si fuéramos la familia perfecta, en donde madre e hijo se aman con profundidad, demostrando lo unidos que estamos y sonreír con hipocresía.

La nana pasa junto a mí, sin dirigirme una palabra ni verme a la cara porque sabe lo enojado que estoy, y si lo intenta sabe que no seré gentil en decirle que cierre la maldita boca. Entra a la cocina dejando en la mesa una caja pequeña y unos sobres, que por ahora no quiero mirar. De seguro son cuentas bancarias o sugerencia del hotel, que después con tiempo cuando cambie de humor las responderé.

T

engo una oficina aquí en casa, en donde me la paso el mayor tiempo, resolviendo problemas y dudas de la administración del hotel y revisando los porcentajes del dinero, que se recolecta en cada mes para ser donado a una fundación de niños con cáncer y con su educación.

Me gusta ayudarles a los niños enfermos, estar pendiente de que sus terapias se hagan con facilidad sin ningún problema de costos. Desde que vi por primera vez a mi pequeña Sofía, he aprendido a querer los niños, ayudarles y hacer lo posible para que se eduquen de la mejor manera posible. Sin embargo, el hecho de que me guste ayudarles ya que ellos son el futuro, no me imagino cargando a un pequeño en mis brazos y que se refiera a mí como "papa" sería otro extremo al que no desearía llegar.

El celular empieza a sonar encima del sillón y respiro hondo rogando que no se trate de mi madre, porque colapsare junto en este preciso momento o hare de que esta casa explote. Agarro el celular y veo el nombre que aparece en pantalla, ruedo los ojos y contesto.

ESTARÉ CONTIGO #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora