32. Mejores amigos.

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32 | Mejores amigos

—¡Me mentiste! —chillo furiosa cuando me siento y pongo las manos sobre la gran mesa de madera. Observo la pila de libros enfrente de mí esperando a que sean de mentira.

—No te mentí —aclara Liam con tranquilidad y se acerca a la mesa, en donde deja dos cuadernos y lápices—. Te dije que íbamos a estudiar Física.

—Pero... —bufo y golpeo con la palma de mi mano la mesa con frustración. Liam solo se ríe. De nuevo, traidor.

—¿Qué? ¿Qué pensaste que iba a pasar? —inquiere en un tono juguetón. Junto mis labios en una sola línea y clavo mis ojos en él como si las miradas pudieran matar. Me cruzo de brazos y recargo mi espalda en la silla con rueditas giratorias. No quiero decirle qué pensé que iba a pasar.

Es el mismo martes por la tarde y es nuestra primera clase. Estoy en casa de Liam, porque en el departamento está Seth —ahora se pasa todo el tiempo ahí— y no es la idea más inteligente llevar a un chico, menos si es Liam con sus supuestas intenciones de estudiar con Seth.

—Eres un imbécil —declaro.

Se inclina hasta que puedo sentir su cálido aliento en mi oído y murmura.

—¿Quieres aprobar o no? —Su mirada ahora es completamente seria—. Porque no estaré rogándote. Es por tu bien, no el mío. Ya pasé Física con Jackson.

Me lo pienso dos veces antes de protestar. Puedo notar que esto ya no es una broma y sería estúpido responder con un «no». Suspiro rendida. De verdad necesito ayuda.

—Está bien, lo siento. Sí quiero aprobar.

Liam asiente y vuelve hacia mi sector. Toma asiento en la silla que está a mi lado y voltea a verme.

—Entonces, empecemos.

Dicho esto, Liam abre sus libros y se reclina en el asiento. Se muerde levemente el labio mientras salta entre línea y línea del libro de texto que usamos este año. Luce concentrado. Ese tipo de concentración que yo nunca podré tener. No obstante, sigue siendo extremadamente sexy.

—Deja de mirarme —pide sin quitar la vista del libro.

—Lo que tú pidas, profe —suelto y busco algo más interesante para hacer.

Observo los lápices esparcidos en la mesa y decido tomar todos. Los hago sonar contra la madera de la mesa varias veces hasta crear una especie de melodía.

—Quinn, detente.

—Está bien, profe. —Dejo los lápices en paz y me cruzo de brazos para no tentarme. Pasamos dos minutos en absoluto silencio y Liam sigue leyendo el libro. Suelto un bufido—. ¿No eres el «mejor de la clase»? ¿Por qué tardas tanto?

Eleva la vista y deja el libro sobre la mesa.

—Estaba observando cuánto tiempo puedes permanecer callada. Veo que no mucho —comenta a lo que entrecierro mis ojos—. ¿Con qué quieres empezar? —pregunta ignorando mi gesto—. ¿Dinámica, movimiento rectilíneo, elasticidad, movimiento armónico simple?

—¿Esos son los temas de mi clase?

—Mierda —suelta Liam como si ya no aguantara más—. Estoy lidiando con la mentalidad de una esponja. Vamos con el principio.

Me río y dejo que comience sus explicaciones.

***

—Entonces... Concluyendo, si el cable tiene 2 metros. Su sección transversal 0,3 centímetros cuadrados —mueve el lápiz sobre la hoja mientras señala los datos del problema—. Y cuelgo un torno de 550 kilogramos. ¿Cuál es el esfuerzo, deformación y alargamiento del cable?

The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora