The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍAS

29. Mi mala influencia.

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29 | Mi mala influencia.

—Así que... ¿Te gustaría volver a Portland? —pregunta Liam, sorprendiéndome ya que hace tan solo segundos nuestra conversación trataba sobre qué pizza es la mejor. Acaban de llegar.

Me quedo en silencio, porque la pregunta me agarra desprevenida. No sé qué responderle. Nunca pensé en si me gustaría volver. Antes estaba tan segura de que volver era mi única opción y ahora que estoy aquí... Honestamente, no lo sé. No sé dónde estoy mejor, y me aterra. Carraspeo y me acomodo en el sofá, subiendo un poco más la manta que cubre mis piernas. No hace frío, pero sirve para tapar mi falda porque sigo con mi uniforme puesto. Ahora mismo estamos en una sala de entretenimiento, la cual es como un sueño. Hay una televisión gigante, muchos sofás cómodos, mesa de billar, un bar e incluso algunos juegos de arcade como pinball. Es un lugar cálido y agradable, lo cual me dejó sorprendida ya que el resto del penthouse luce tan frío y vacío de vida que me daba escalofríos. Este lugar recupera lo perdido.

Resoplo por lo bajo.

—Quinn —habla, volviendo a traerme a la conservación. Parpadeo y quito la mirada de la manta—. Si no quieres responder, está bien.

—No es eso —aclaro y niego con la cabeza buscando las palabras—. Es que honestamente... No sé qué responder.

—¿Me estás diciendo que nunca te lo has preguntado? —Alza sus cejas.

Dejo escapar una bocanada de aire y me masajeo el cuello con incomodidad.

—No sé siquiera cómo debería sentirme ahora. Estoy... completamente pérdida —confieso con la cabeza baja mientras pienso qué bien me vendría tener un manual sobre cómo lidiar con todo esto.

¿Qué es mi vida ahora? Antes sabía con seguridad lo que pensaba que era mi vida. Un «buen» novio, buenas calificaciones, amigos por los que juraba morir, un puesto en el equipo de porristas y mis padres dentro de todo normales. Todo ha cambiado para mí, hasta mi simple forma de ver el mundo. Siento como si estuviera en el borde de que algo malo pase constantemente.

—Quinn, háblame —pide Liam. Volteo para mirarlo. Puedo detectar una pizca de preocupación en su voz. ¿Cuánto tiempo me habré quedado en silencio? Aclaro mi garganta y lo miro a los ojos—. ¿Por qué te sientes así?

—¿Por qué la interrogación? —cuestiono.

Él alza una ceja.

—Entiendo que este entorno no sea el más fácil de todos. Está lleno de imbéciles, y si no creciste aquí, probablemente te traguen viva... —titubea con una pizca de sarcasmo.

—Woah, Liam. Por favor no seas tan compasivo —bufo.

Se ríe, enseñándome sus hoyuelos, y por instinto, sonrío.

—No voy a suavizar la realidad. —Se alza de hombros—. Son personas muy excluyentes, más la gente de nuestra edad. Creen que son el centro del universo y que todo gira alrededor del dinero. Y en cierta parte, no los culpo, así los criaron. No conocen otra manera.

—Deja de hablar excluyéndote, Liam. Como si no fueras uno de ellos.

Carraspea y se acomoda nuevamente en el sofá.

—Sé que soy parte, pero yo no tanto. No voy a negar que lo era. Si me hubieras conocido hace dos años, probablemente querrías golpearme el doble de lo que quieres ahora. Simplemente pasaron cosas que me hicieron ver la realidad de golpe.