CAPITULO 9

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PDV. LOUIS

Viernes. Por fin llegó el día.

Sorprendentemente no estaba nervioso, si no ansioso. Estaba deseando ver qué tendría que hacer.

- ¿Y cuántos años tiene?- preguntó Rachel, tan cotilla como siempre.
- Uno menos que nosotros.

- ¿Y cómo es físicamente?

- Tiene los ojos verdes, el pelo corto con ciertas ondulaciones. Es alto.

Mucho. Y sus labios- sonreí- son rojizos y carnosos. Preciosos- suspiré.

- Aw- exclamó Rae, sonriendo.

- Su voz es la mas bonita que he escuchado nunca- introduje- es ronca pero a la vez aterciopelada.

- Voy a vomitar arcoíris- añadió Robert, rodando los ojos.

Rachel le dio un golpe en el hombro, frunciendo el ceño.

- ¿A qué hora habéis quedado?

- A las 6.

- ¡¿Y qué haces aquí!?- exclamó Rachel- son las 3.

Abrí los ojos, mirando el reloj. Mierda. Tenia que prepararme.

-¿Tres malditas horas para ducharte y vestirte?- preguntó Robert, carcajeándose.

- De mi casa hasta la galería son casi cuarenta minutos.

- Aún así- añadió.

- No le hagas caso. Anda vete. Luego me cuentas.

- Por el grupo de WhatsApp. Que así me entero yo también.

- ¿Acaso a ti te importa?- le preguntó Rae.

- Que no sea un auténtico cotilla como tu no significa que no me interese.

Rodé los ojos, despidiéndome y dejándoles con la discusión.

Tardé unos diez minutos de casa de Rae a la mía. Subí rápidamente las escaleras y me metí en le baño, quitándome la ropa y metiéndome en la ducha.

***

Me quedaba una hora, y como siempre, Robert tenía razón en eso de mi problema con las horas.

- ¿Ya te vas?- pregunto mamá, sentándose en el sofá con unos papeles.

- Salgo de casa en unos veinte minutos.

- ¿A qué hora vendrás?

- No lo se. Para la cena estaré aquí.

Mi madre frunció en ceño.

- ¿Tres horas estudiando? Tienes todo el fin de semana. Tampoco es bueno pegarse esa paliza a estudiar.

- No estudiaré todo el rato hare ejercicios, subrayaré cosas…- contesté, harto del interrogatorio.

- Espero que no me estés mintiendo, William.

- ¿Por qué he de hacerlo?

- No lo se. Simplemente hay algo que no me cuadra.

- Qué sorpresa- susurré, aunque mi madre lo escuchó de todas formas.

Me despedí de ella y fui a por el coche, tirando la mochila tras los sillones y arrancando el coche, mas animado que nunca.

Después de unos cuarenta minutos de viaje, llegué.

Aparqué el coche y me encaminé a la galería, ya nervioso.

- Señor Tomlinson, qué sorpresa verle por aquí.

El arte de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora