CAPITULO 12

58 3 0
                                    

PDV. LOUIS

Cuando mi hermana llegó a casa todo salió a la perfección. No había mejor mentirosa que ella.

Harry me mandó un mensaje por la mañana pidiéndome si podíamos vernos hoy para continuar con el cuadro. Y obviamente dije que sí.

Mis padres hoy no trabajaban, por lo tanto no podía meter la pata con el asunto de la ‘biblioteca’. Mi madre se lo tragó el otro día, pero dudo que lo haga si padre si vuelve a pasar.

- Louis- me llamó mi padre, antes de que saliese por la puerta.

- ¿Sí?- dije sonriendo.

- No hagas planes para el jueves.

- Pues había quedado con Rachel y Robert para cenar y despedirnos.

Se van para las vacaciones de Navidad.

- Te quiero disponible de cinco a ocho.

- ¿Toda la tarde?- pregunté. Las tardes las tenía reservadas exclusivamente para Harry.

- ¿Te supone algún problema?- dijo mirándome por encima de las gafas- Porque no me importa William. Tengo una reunión muy importante. Quiero que estés, que te muevas por ese mundillo. Y, además, es tu oportunidad para asentar la cabeza.

- ¿Asentar la cabeza? ¿A qué te refieres?- fruncí el ceño.

- El hijo del negociante es homosexual, como tú- esto último lo dijo más bien con exasperación- y ya que te gustan los hombres qué mejor que hombres poderosos.

- Papá, no se si sabrás que estamos en el siglo veintiuno. Los padres no eligen las parejas de sus hijos- solté, harto de su trato con respecto a mi vida.

- Mira Louis- dijo levantándose y quitándose las gafas- por supuesto que ni yo, y mucho menos tu madre, vamos a obligarte a estar con quien no quieres. Pero recuerda que nuestra familia es conocida y, por tanto, a la mínima que hagamos algo inusual será comentado. Y eso afecta a mi trabajo y el de tu madre, ese que tanto nos ha costado mantener. Sé que eres un chico inteligente- dijo acercándose- y que terminarás con un hombre de bien, porque recuerda, que todo lo mío será tuyo y de tu hermana, pero lo más importante, será tuyo. Y no voy a permitir que eches a perder todo mi esfuerzo William- y dicho eso se alejó de mi, sentándose en el sofá de nuevo- Y ahora puedes irte a la biblioteca- dijo volviendo la vista a sus documentos.

Salí y me metí en el coche, arrancando.

No podía creer que mi padre acabara de amenazarme. No podía creer que sí tuviese el poder de elegir con quien tendría que estar. Y no es justo, no es justo que mi vida privada tenga que afectar a los negocios y sus mierdas.

Encendí la música y decidí desconectar de camino a la galería. No quería estar mal, y menos por el idiota de mi padre.

Al llegar a la galería me dirigí directamente al estudio de Harry, llamando a la puerta.

- Tendré que acostumbrarme a que llegues antes- comentó Harry, colocando el cuadro en el caballete.

- Lo siento, no aguantaba un minuto más en mi casa- dije mientras colgaba el abrigo y la bufanda en el perchero.

- ¿Todo bien?- preguntó, mirándome fijamente.

- Sí, nada importante- sonreí, intentando calmar las cosas- ¿tengo que ponerme en la postura del otro día?

- Solo la cabeza y los hombros. Siéntate allí.

Asentí, dirigiéndome al pequeño sofá de cuero blanco.

- ¿Cómo tenía que colocarme?- pregunté, avergonzado. La verdad es que la última vez estaba más atento de terminar que de lo que hacía realmente.

Harry se acercó a mí por detrás, pasando sus manos por mis hombros y echándome hacia atrás delicadamente, de tal forma que mi espalda quedase apoyada en el respaldo.

- La cabeza tienes que tenerla así- susurró en mi oído, pasando sus grandes manos por mis sienes, girándola un poco cuidadosamente.
Su cercanía estaba alterándome demasiado.

- Este brazo apóyalo aquí- susurró mas cerca, pudiendo sentir su aliento en mi nuca. Por dios que terminase ya esta tortura. Como continuase hablando así me desmayaría en sus brazos.

Noté una fría corriente, indicándome que Harry se había alejado de mí, dejando un destello de anhelación.

- Voy a empezar a delinear tu rostro. Es importante que intentes no moverte, por favor- dijo suavemente.

Asentí. Todavía no había recuperado el aliento después de este ultimo momento tan íntimo para mí.

- Si necesitas descansar tan solo dímelo.

- Vale- susurré.

Harry empezó a dibujar, aunque no podía ver lo que hacía, ya que tenía la cara girada, podía notar su mirada clavada en mí y en el papel. Eso me ponía nervioso.

- ¿Te quedarás hasta las ocho?

- Sí. No tengo nada mejor que hacer.

- Perfecto. Hoy terminaré tu estructura y empezaré con los colores. No tendrás que posar tan explícitamente.

- Perfecto. ¿Puedo preguntarte algo?

- Adelante. Pero no abuses- dijo con un tono de humor.

- ¿Cómo será esto? ¿Acabarás uno y acto seguido empezarás con otro?

- Mas o menos, pero no tendrás que venir todos los días. Lo único importante es hacer bien la estructura y los rasgos. Para eso te necesitaré. Para rematar y pintar no.

- Entiendo.

No dijimos mas. Tampoco quería volver a lo del otro día y ser un pesado. Aunque tampoco quería un silencio constante.

Pasada la media hora Harry me dijo que podía descansar, y aprovechó para salir a por dos botellas de agua.

Aproveché para estirar las piernas y explorar un poco el estudio, aunque no había mucho que ver. Mas que lienzos, trapos sucios, caballetes y demás cosas relacionadas.

En un estante había una caja tapada con un pañuelo, cosa que me llamó la atención, porque estaba perfectamente colocada y limpia.

Levanté un poco el pañuelo, encontrándome con una preciosa Canon.

-Joder- exclamé. Era una cámara preciosa. Y parecía estar sin estrenar. Aproveché para mirarla mejor y al levantarla un álbum de fotos cayó al suelo, sacando varias fotografías al exterior.

Me agaché rápidamente, maldiciendo lo idiota que era.

Pude observar que en las fotografías aparecía una mujer muy bonita, y en otras aparecía con un niño y una niña.

-¿Qué narices haces con eso?- preguntó la ronca voz de Harry, sobresaltándome.

Me levanté rápidamente y le miré, encontrándome con una mirada muy poco amigable. Mierda.

El arte de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora