Feria

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Debo confesar que me costó mucho decidirme a escribir esto. Porque fueron unos años muy duros, y creo que a ratos, nunca llegué a recuperarme de lo que pasó después de eso.
Nos conocimos en la feria de mi pueblo, yo iba con mi amiga, contenta por salir un fin de semana del trabajo de mi casa. ¡Y qué fin de semana más largo teníamos por delante!
Recuerdo que llevabas una camiseta blanca, de manga corta, muy tú. Aunque yo por entonces aún no lo sabía. Recuerdo que pensé que nunca había visto una persona tan guapa como me lo pareciste tú aquella noche. Es curioso, porque recuero todo lo concerciente a ti, pero no logro recordar la conversación que tuve con mi amiga Claudia, mientras te miraba de reojo, o el peluche que me decía que quería conseguir, mientras yo miraba más allá de la caseta.
Entonces te acercaste con un par de amigos, que rápidamente fueron a por mi amiga y a por mí. Claudia se cogió del brazo de Mateo, resuelta a pasárselo genial aquella noche, y empezaron a hablar y conocerse, o eso me contó después. Carlos se acercó a mí, intentando entablar conversación, pero yo estaba tan absorta en esos ojos verdes que me miraban fíjamente, que no reaccioné. Nunca nadie me ha vuelto a mirar como lo hiciste tú aquel día.
Carlos y Mateo nos arrastraron hasta la noria, y yo supe que intentarían pasar de la primera base que habían establecido a lo largo de la noche. Al menos, con Claudia. Y cuando fuimos a montar y tú dijiste que no subías, que nos dejabas solos, te miré herida, porque realmente, deseaba que fueses tú el que quisiese algo más conmigo. Mateo y Claudia montaron juntos, mientras nosotros esperábamos a los pies de la noria. Cuando se paró justo en lo alto, escuchamos una carcajada y al alzar la cabeza, vimos como Mateo se abalanzaba hacia Clauida y esta se inclinaba a besarlo. Carlos me cogió entonces de la mano, y yo te miré con lágrimas en los ojos porque no quería nada de eso, lo único que quería era estar contigo. Por eso, cuando nos tocaba a nosotros, engañé a Carlos y esperé a que se sentase, alegando que necesitaba un momento para mentalizarme por la altura. Miré hacia atrás y te vi allí de pie, mirándome fíjamente, pendiente de cada vuelo de mi vestido, de cada curva de mi cuerpo, de cada expresión de mi cara. Y cuando Carlos estuvo sentado y la noria ya se alzaba, corrí hacia ti y te arrastré de la mano, huyendo de toda aquella mentira.

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