16 NOV 2018

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Hoy es mi funeral, y estoy aquí de pie al lado de una vecina que nunca me cayó bien. Ojo, que el sentimiento era mutuo, ella tampoco me podía ni ver. Giro un poco la cabeza y sigo observando cómo personas nunca afines a mí, lloran mi muerte. ¿Qué hace aquí Rosa y el resto del grupo? Hace años que no somos amigas, ni si quiera deberían estar llorándome. Me escucho pensar así y determino que la muerte me ha vuelto aún más cruel y un poquito de piedra. Recorro con la vista el encuentro: veo a mi hermano llevar mi féretro, veo a mi madre tropezar asustada, y veo a mi padre rescatarla. Y entonces me pregunto quién va a rescatar a todas estas personas de mi muerte.

Hay mucha gente aquí, y eso me incomoda. No éramos tan cercanas, me sobran.

Sigo con mi recorrido visual: a la derecha, la familia de mi padre y de mi madre se unen como si fuesen una sola. Mi prima de 6 años aún no comprende nada, mi tía y mi abuelo lloran tan desconsoladamente que me duele aún ahora, muerta. El resto intenta guardar las apariencias fracasando estrepitosamente. Un poco al fondo, un grupo ligeramente voluptuoso de amigos y compañeros, aún en shock. El cura, los enterradores, mis padres, caras sin rostro, mi último entrenador y un gato negro. Espera. ¿Un gato negro? Me mira fíjamente y me acerco. Creo que me voy a echar a llorar. Es Mimí, mi gata. Murió hace unas 2 semanas. La abrazo y pienso que con ella podré pasar mejor este mal trago. Entonces dejo de respirar (qué irónico). Veo a alguien. Y me suena. Dejo de abrazar a mi querida gata y me levanto. Es él. Es aquel que me raptó a las 10 de la noche cuando volvía a mi casa hace tres días. El que se dedicó a jugar con mi vida hasta que la perdí. Él es mi violador y mi asesino.

Y está aquí, en mi funeral. Cuando se acerca a mi madre para darle el pésame y apoya su sucia mano en su hombro, una rabia inmensa se apodera de mí y corro hacia él gritando.  Obviamente, paso sobre él y ni siquiera se inmuta, pero mi madre gira la cabeza sorprendida. Claro, es mi madre, cómo no he caído antes, ella seguro que me siente. Me dedico a traspasar una y otra vez al tipo que me mató, sin dejar de gritar con toda la voz que tengo que mi asesino está aquí. Y que mi madre necesita ayuda. Mientras, ella se marea ligeramente, y mira con ojos esperanzados la tapa de mi féretro. Sé que me siente y que nota cómo intento ponerme en contacto con ella. Pero no puedo hacer nada más.

Empieza la ceremonia, y ese horrible hombre se pone al lado de mi madre. Las escenas de aquella noche se suceden en mi cabeza mientras lloro y me desgañito gritando que mi asesino está acudiendo a mi funeral.

Bajan mi féretro.
Mi familia arroja arena con una pala.
El cura se marcha.
Todos le siguen.
Mi madre me llora a solas.
El hombre aguarda.
 Y cuando yo empiezo de nuevo a gritar llamando a mi padre, le atiza con la pala.

Mis pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora