Segunda hora

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Y pensar que la segunda hora es tan alucinante. Ese sol enorme, amarillo de verdad. Con un cielo azul sin nubes. Un amanecer que sé, nunca me cansaría de ver. Per es ficción. Es un espejismo maldito que un fatídico día mi mente creó. Y ahí se ha quedado. Pese que descubrí la verdad tras ese tamaño descomunal. Y pensé que nunca llegaría a volver a verlo con esos ojos de niña pequeña, infantil. Pero me equivoqué, mi mente inmadura deja a un lado esa mala observación y da vía libre a la imaginación. Que, en momentos como ese, me encanta sufrir. Mi vida gira en torno a las fantasías de niña pequeña. En torno a cosas que no van a suceder. Yo hago capaz lo que otros, por vivir la realidad, no son capaces de ver. No quieren creer. Y yo no quiero crecer. Quiero seguir siendo la niña pequeña que no entendía nada de horroridades (si existe la palabra) que la gente comete. Quiero volver a crear aventuras con mis muñecas. Quiero poder cantar sin que me digan nada. Quiero quedarme en esa época en la que la vida era genial. Sin preocupaciones.  No me quiero ver volcada en un mundo donde nadie le importa a nadie. Un mundo en el que no hay vidas felices, solo personas estresadas que no se preocupan por la gente que tiene alrededor. Que si se caen, piensan que ya pueden levantarse solos. Sin tomar ni un momento para pensar que igual hay gente que se siente sola, sin nadie. Y que solo necesitan que los escuchemos. Pero para gente como esa ya existen los sueños. Podríamos juntarnos todos y crear una fantástica Fábrica de Sueños. Sueños que por momentos nos libren de la cruda realidad en la que nos vemos obligados a participar. Porque solo eso hace que desconectemos. Porque estar en otro mundo en el que todo es posible, es maravillosamente liberador. Porque la calle está llena de gente que necesita ayuda porque sus vidas se ven regidas por una maldita y monótona rutina de la que piensan, no quieren salir, pero no necesitan. Necesitan dormir no solo para poder volver a trabajar con más fuerza después; si no porque les vendría muy bien soñar un rato que, al final, la buena vida está más cerca de lo que creían, solo necesitan cerrar un rato los ojos y dejar que la mente actúe como solo ella sabe hacerlo.

Mis pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora