[SEIS]

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Darren.

Nunca me han gustado los niños. Está bien. De hecho, no sé qué hago aquí. Desde la charla de ayer con papá y mamá, no he tenido ánimos de nada. Pero no hay nada que yo pueda hacer. Ahora se ve que les ha entrado la curiosidad y quieren saber sobre mi vida y la de Megan.

Porque es real. Se han mudado a nuestra casa de verdad.

Por mucho que lo odie, he de admitir que una parte de mi se emocionó un poco, al pensar que podríamos llegar a ser una familia normal. Pero después, levanté la vista, y los vi.

Nada va a cambiar. Están desperdiciando su tiempo. Porque yo no pienso poner mi granito de arena para que esto sea posible. Siempre estoy a favor de las segundas oportunidades, pero no ahora. No cuando han tenido 17 años llenos de oportunidades.

Consiguieron amargarme todo el día.

Por eso, cuando he recibido la llamada de la señora Morrisson, a pesar de que tenía el humor por los suelos, una idea ha venido a mi cabeza: escapar.

Ellos ya se han instalado en casa. Y, he decir, que me ha costado bastante evitarlos, ya que, por la mañana todos nos levantamos a la misma hora. He tenido que levantarme diez minutos antes, vestirme rápido, y salir por la puerta de atrás para evitar encontrarme a alguno de ellos. Cuando he vuelto de hacer ejercicio, gracias a Dios, ya se habían ido todos.

Pensareis que estoy loco, pero no lo soporto. No pueden venir aquí y hacer como que nada ha pasado.

Así que, cuando he llegado a casa, he dejado la mochila en el pasillo, y en el momento que he escuchado los tacones de mamá acercándose, he chillado que me tenía que ir, y he salido corriendo.

Al final, he acabado en el sofá de los Morrisson, con la cabeza de Damon apoyada en mis piernas, y la de Zoe en mi hombro, viendo Pepa Pig.

Sí, ahora están cansados, y adorables, pero llevo cuatro horas aquí. Han agotado todas mis energías, y eso, señores y señoras, no es fácil. He estado pensando en llamar a Jason para que venga a buscarme en su coche.

Pero no, señores y señores. No voy a dejar que un par de niños pequeños—a los que, por cierto, quiero mucho, —. Cambien mi rutina.

— Monstruos. —digo, pero nadie responden.

¡Se han dormido!

Repito, después de más de cuatro horas siendo su juguete, haciendo mil cosas raras que le gustan, y de hacerles la cena con sus propios caprichos, se han dormido.

Soy muy bipolar, lo sé.

Digo que no me gustan los niños, después que los quiero mucho, y ahora me alegro que se hayan dormido. Pero así es como me hacen sentir. A veces, estoy de tan buen humor que vengo a verles sin motivo, por lo que me reciben con los brazos abiertos. Otras, como hoy, estoy de tan mal humor que cambio de opinión cada dos segundos. En algún momento estoy súper feliz, sin embargo, cuando llevo más de dos horas me empiezo a cansar de los niños.

Empiezo apartando con delicadeza la cabeza de Zoe de mi hombro. Ella se remueve un poco, pero no se despierta. Cojo a Damon en brazos, y lo llevo hasta la habitación. Después, cojo a la pequeña Zoe en brazos y la dejo en la misma habitación, porque sí, duermen juntos.

Yo no podría dormir con Megan y sus ronquidos.

Es que no sabéis el nivel de contaminación acústica que pueden llegar a producir.

— ¿Darren...? — dice Zoe cuando estoy dejando un beso en su frente.

— Sí, soy yo monstruo.

17 razones para no enamorarse de mí. [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora