[CATORCE]

237 30 5
                                    

Darren.

Me encuentro fatal.

Peor que fatal.

¿Hay algún adjetivo para describirlo? Creo que no.

Además, estoy confundido. Muy confundido.

¿Qué acaba de pasar?

Se suponía que solo tenía que sacarme el estúpido maquillaje de la cara. ¿Entonces, por qué me han invadido las ganas de besarla?

Lo mejor de todo es que ella también lo sentía. He podido notarlo. Sus ojos me lo han demostrado.

En cuanto llego a casa, Megan me mira con las cejas alzadas.

—Deduzco que has pasado la noche en casa de la vecina. Pero madre mía, yo no pensaba que te verías tan mal después de una noche loca.

—No nos hemos acostado. — me paso ambas manos por la cara.

Y me hubiera gustado.

— Vaya vaya. Parece que esta se te está resistiendo. — dice mientras bebe un sorbo de café—. Te prepararía algo, pero ya sabes, eso solo lo hacen los hermanos ejemplares y yo no lo soy. Además, tampoco deberías acostumbrarte.

Niego con la cabeza.

— No es que se me resista, es que no estoy intentando anda. Solo soy yo mismo. Es raro, porque a veces no quiero nada con Hayely, pero otras lo quiero todo. Dios, ni yo mismo sé que me pasa, será por el dolor de cabeza que tengo. Voy a darme una ducha, imbécila.

— Vale, microbio. Supongo que te veré por la tarde.

Subo las escaleras, mientras siento que mi cuerpo se derrumba sobre mí. No puedo más. Me encuentro fatal.

Cuando me miro en el espejo, me digo a mi mismo que tal vez debería quedarme en casa, pero después recuerdo que hoy es el primer entreno y sería demasiado impresentable faltar.

Una vez duchado, voy hacia mi habitación.

¿Y adivinar qué?

— ¡James Darren Johnson! Tu hermana me ha dicho que tenías mala cara, y que era mejor que reposaras. ¿Se puede saber qué estás haciendo?

—Pues darme una ducha para ir al instituto.

— ¿Acaso no has visto la mala cara que tienes, hijo?

Vaya, pues gracias. Que te diga eso tu madre tiene tela.

— Hoy no puedo faltar, mamá, tengo entreno.

— Entreno ni que pantuflas. — dice recogiendo mi camiseta del suelo—. Hoy te quedas en casa, así que ya puedes estar tumbándote, que ahora te traigo algo para mejorar esa cara.

Resoplando, acabo sacándome la toalla, poniéndome unos pantalones, y tumbándome en la cama, mientras mamá baja a la cocina a buscar yo qué sé qué.

— Mamá, estoy bien. Sois todos unos exagerados. — digo cuando la veo entrar de nuevo en la habitación.

— No estás bien, hijo. Estás ardiendo. Toma. — me pasa un plato con lo que deduzco que es sopa, y después unas pastillas—. Debes tomarte esas pastillas cuando hayas acabado la sopa. Yo tengo que irme a trabajar, pero avísame si pasa algo, ¿vale?

Asiento.

— ¿Y Darren? No te molestes en dar tanto de ti mismo, ¿vale? No tienes que dar tanto de ti, si no puedes más, déjalo ir. Todos somos humanos, y debemos saber cuándo hay que parar.

17 razones para no enamorarse de mí. [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora