[VEINTIUNO]

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Hayley.

—¡Renacuaja!

— ¡Hanny, Hanny!

Me remuevo sobre el sofá.

No. No puede ser.

Ni una siesta nos dejan dormir en paz. Son más pesados que un elefante.

— ¡Hannyyyy! — esta vez el grito es más fuerte. Y yo ya no puedo más.

Me levanto del sofá, con mi moño mal hecho, y voy hacia la cocina.

— ¿Se puede saber qué os pasa, imbéciles?

Connor me enseña un bote de Cola Cao vacío. Colton me enseña la despensa vacía.

— Bueno, que yo sepa tenéis piernas, y tu Coltoncito el coche que te regalaron por tu cumpleaños. Así que ya podéis ir moviendo.

— Ya bueno, la cosa es que íbamos a salir juntos esta tarde. Así que la que tienes que ir a hacer la compra eres tú.

— Espera, espera, ¿me estás diciendo que me habéis despertado de mi maravillosa siesta para decirme que debo hacer la compra?

Agárrame que los mato.

— Sí, exactamente.

Entonces, tanto mi hermano mayor como el pequeño, se van corriendo hacia el piso de arriba. Ignoran el chillido que acabo de soltar, y las maldiciones también.

Aghhh. Siempre lo tengo que hacer todo yo.

Bueno, tampoco te flipes tanto.

Me saco el moño, y me coloco la primera sudadera que pillo. Después, cojo los cascos que están encima de la mesa, y sin ni siquiera mirarme en el espejo salgo de casa.

Y de todas las cosas que podría encontrarme, lo veo a él. Darren Johnson. Lleva la ropa de deporte, y el pelo despeinado. Nuestros ojos se conectan, y un escalofrío me recorre la columna vertebral. No obstante, antes de que él diga algo, cierro la puerta.

— Hayley.

— Hayley.

Abro la puerta de golpe, cabreada.

—¿Qué quieres? ¿Necesitas también que te diga mi cuenta de Instagram para reírte de mí, o qué?

Su cara se torna en una de confusión.

—Por esto mismo digo que tenemos que hablar. Yo nunca me reiría de ti. Por favor, abre la puerta.

Salgo de casa y cierro la puerta.

Que conste que esto es porque tengo hambre y quiero comida.

¿La de Darren?

¡No!

— No me mires así. No abro la puerta para hablar contigo. Abro la puerta porque nos hemos quedado sin comida, y necesito comida para sobrevivir. El supermercado cierra en media hora, así que no estoy para jueguecitos.

—Te acompaño. —dice.

—Perfecto.

Saco el móvil de mi bolsillo y subo el volumen de IDGAF.

(...)

— ¿Vas a irte sin decirme nada?

Me quito un casco.

— Yo en ningún momento he dicho que fuera a escucharte.

— Lo siento Hayley.

Lo miro fijamente durante unos segundos. Hasta que empiezo a sentir mariposas en mi estómago y aparto la mirada rápidamente.

17 razones para no enamorarse de mí. [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora