[DOS]

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Darren Johnson. 

— ¡Maldición!

Esa simple palabra, me pone en alerta. Megan nunca grita demasiado. Pero cuando lo hace, es por algo.

Mierda, creo que ayer usé su desodorante.

Y me comí su fruta.

Y bebí su café.

Me levanto del sofá a la velocidad de la luz. Si no salgo de aquí, mi hermana mayor me va a matar. Salgo del comedor a toda prisa, e intento escuchar de dónde provienen sus pisadas, cuando veo que se escuchan más arriba, me apresuro a huir a la cocina.

Como en los juegos del hambre, señoras y señores.

Hasta que siento que unos dedos atrapan mi oreja.

Maldición.

— Oh, no, de esta no te escapas.

Tira de mi oreja hacia ella, evidentemente no con fuerza, ya que yo no me opongo. Me suelta, y yo me giro hacia ella. Tiene el ceño castaño fruncido, el pelo castaño despeinado. Mucho. Si se lo dijera seguro que me mataría.

Me quedo observándola, mientras ella está con los brazos cruzados. Lo cierto es que Megan es guapa. Nunca se lo he dicho, pero es cierto. En su cara abundan las pequeñas pecas, como en la mía. Sus mejillas y parte del puente de la nariz están cubiertas de estas. Pero, a diferencia de las mías, las de Megan son más difíciles de ver. Tienes que acercarte bastante para distinguirlas. Su cabello castaño, le llega a la altura de los hombros, y en él, aun hay restos del color rosa que se lo tiñó cuando acabó el instituto.

Supongo que si tuviera que ponerle un defecto sería su peso. Está muy delgada. A veces creo que demasiado. Hay veces que la gente le pregunta si es anoréxica, o algo por el estilo, pero yo siempre estallo a carcajadas.

¿Megan? ¿Anoréxica?

Ni de coña. Come muchísimo. La cosa es que le encanta la fruta. Y la verdura. No es que sea vegetariana, pero si le das a escoger, siempre prefiere eso. Supongo que esa es otra de las causas por las que es tan delgada.

La segunda, el deporte. Al igual que yo, es aficionada al deporte. No sé qué tenemos con el deporte, pero a veces pienso que es demasiado. Yo, me levanto cada mañana a correr algo, porque no hay otra forma de activarme. Ni el café logra despertarme. Lo mismo pasa por la noche. Después de cenar, tengo que salir a correr, porque necesito relajarme antes de irme a dormir. Y Megan siempre me acompaña cuando salgo a correr.

Así que esa es la segunda causa de su delgadez.

— ¿Hola? Tierra llamando a Darren. ¿Puedes dejar de ser tan empanado y escucharme?

Parpadeo unas cuantas veces antes de volver a la realidad. Sí, bastantes veces me pasa esto. Me embobo con cualquier cosa.

— A ver, ¿por dónde empezamos? Ah, sí, has usado mi desodorante. — me fulmina con la mirada—. Mierda, ¿no puedes ir a hacer la maldita compra? Joder, es que a veces, me sorprende como puedes ser tan deportista y tan vago a la vez. ¿Tanto te cuesta ir a comprar qué prefieres oles a desodorante de mujer? Además, te echas el triple que yo — muerdo mi labio. Está bien, puede que ver a mi hermana enfadada me haga reír.—. Y me cago en todo, Darren, te has comido mi fruta, ¡mi fruta! Por si no fuera suficiente, iba a tomar algo de café para estudiar, pero, ¿mira por dónde? Ha desaparecido. ¿Qué me vas a decir ahora, que se lo han llevado los duendes del café? Porque es la segunda vez esta semana.

— Lo siento, Megan, de verdad. —trato de parecer arrepentido.

Ella me señala con el dedo.

17 razones para no enamorarse de mí. [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora