CAP 1: Zombies ( I...)

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Bajaba a paso veloz por las escaleras alternas al ascensor  sin apartar los ojos de su celular, se dirigía el estacionamiento.

Hoy, lo habían dejado salir temprano de su trabajo así que  avisó  a su amigo para verse en algún club nocturno está noche ya  que su jefe, Emilio, escuchó  una noticia muy perturbante sobre un virus y que en el centro de la ciudad están dando vacunas gratis para prevenirlo. Así que, Emilio,  amablemente pidió a todos sus empleados dirigirse a sus casas  debido a que el iría a vacunarse y nadie lo reemplazaría mientras el se ausentaba así que optó por darles el día libre.

Al llegar al estacionamiento se dirigió hacia se vehículo, un chevrolet family color negro intenso. Le guardaba un cierto cariño a ese auto.

Condujo durante media hora hasta llegar a su departamento, en el trayecto encendió la radio y escuchó en varias emisoras sobre la propagación aceleranda de aquel virus que era una novedad en el mundo entero.

Al llegar a su departamento, que se ubicaba a los linderos de la ciudad, al sur, se dio un baño rápido y refrescante pues ya se moría de calor. El traje de trabajo lo estaba cocinando.

Luego de terminar de bañarse miró  su reloj, marcaba las cinco y media de la tarde.

«Aún falta tiempo». Pensó.

Caminó relajadamente hacia su cama dónde se encontraban sus prendas para salir, una camisa a cuadros  color negra, unos vaqueros, y unos zapatos del mismo color.

La habitación del joven era minimalista, las paredes de  un color grisáceo hasta la mitad y el resto del departamento de un color carmesí.  Además de su cama, la cual se encontraba a la derecha del baño, habían muchas cosas más: como su mesa de noche,  un extenso armario, un espejo enorme en la pared enfrente de su cama al igual que un enorme televisor, en la otra habitación la sala y parte de la cocina. Un hermoso departamento.

Tiempo después de cambiarse se dirigió al espejo en el cual desde sus profundos ojos grisáceos observaba su barba café, que era de un estilo hipster la cual cubría todo su mentón hasta la mitad de la garganta. Tomó su peine favorito, un pequeño, y comenzó a acomodar su extensa barba la cual lo hacía ver como un hombre muy formal y atractivo , además de su piel blanca, un poco pálida y sus cabellos cafés desordenados.

Tomó  otro peine, uno más grande y comenzó a acomodar su cabello hacia atrás. Se miró por última vez en el espejo, acarició su barba y soltó una sonrisa de satisfacción.

«Perfecto». Pensó caminando hacia la cama y dejándose caer en ella. 

Comenzó a observar fijamente el techo, no tenía más que hacer pues su amigo había dicho que pasaría por el a las siete en punto de la noche, faltaba como una hora aproximadamente.

Continuó  mirando al techo, hasta que le empezaron a pesar los párpados cada vez más. Se recostó de un lado, miró su celular el cual marcaba las seis de la tarde y siete minutos, lo apagó y finalmente cayó en los brazos del sueño.

Sus sueños eran placenteros, en si nada en particular hasta que fueron interrumpidos por agonizantes gritos y unos que otros disparos. Abrió perplejo sus  párpados y se puso en unos segundos acorde al ambiente  y a «esos» gritos desgarradores que se escuchaba en su vecindario.

Sin saber a que se debían esos gritos y sonidos de armas, caminó  lentamente hacia  la sala, se dirigió al ventanal que había en ella y abrió un poco las cortinas amarillentas solo para que sus ojos pudieran  observar. La curiosidad lo carcomia en esos momentos.

Se quedó atónito, perplejo y una sensación de miedo comenzó a correr por toda su espina dorsal. Lo que vio no le agradó  en absoluto, el panorama era terrorífico. Por instinto,  retrocedió y cerró muy bien la cortina percatandose de que ninguno de esos seres haya notado su presencia.

Se llevó las manos temblorosas hacia su frente, comenzaba a sudar. Se arrepintió haber abierto  la cortina. Afuera, era un completo caos, todos sus vecinos  corrían intentado salvar su vida de otras personas  que intentaban devorarlos  a mordiscos.  Justo el joven había observado a Lucía,  su vecina de enfrente ser acorralada por varias de esas bestias, las cuales le desgarraban hasta el alma a mordidas matándola lentamente; como era de esperarse la chica gritaba agonizante con cada mordida que recibía, sentía la sangre salir de su cuello y desembocar en la boca de quien antes era su tío. Miró  hacia el frente con lo último de fuerzas que le quedaban y lo vio,  a su vecino, el fiestero y raro el cual también lo miraba con miedo. Entre sus labios dijo  «ayúdame» pero el joven solo retrocedió cerrando   la cortina  a su paso. No aguantó más, soltó una ultima lagrima  y se entregó a su destino, morir.

El joven seguia petrificado, no quería decirlo, se aferraba vagamente a que esto era un mal sueño, seguramente el aún estaba dormido,  porque lo que había visto no tenia otra explicación, simplemente:

Eran «zombies».

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