CAP 8: Cabaña (II...)

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Corría presuroso adentrándose a  uno y otro pasillo dentro del establecimiento. Unas paredes cubiertas totalmente de un color carmesí, muy elegante,  en algunas partes no había el color, solo magulladuras, adornaban su camino. Entró nuevamente por otro pasillo en donde se respiración agitada, mezclada con las grandes pisadas que ejercía sobre la resbalosa baldosa del extenso pasillo en el que había entrado. Bajó la velocidad mientras se acercaba a una puerta al final del corredor.

Las paredes de dicho corredor estaban cubiertas por caros cuadros de grandes pinturas; las habían robado hace ya un tiempo del museo de Filadelfia. En la última expedición en busca de recursos, mejor dicho, a robar recursos. Una puerta enorme completamente fabricada en roble sólido, blanca, con una placa de plata en el centro.

Peinó nerviosamente sus cabellos rubios mientras acomodaba y limpiaba su negruzco atuendo. Tomó de su bolsillo trasero un pequeño pañuelo  con el cual, al momento de encontrarse frente a la gran puerta, lo llevó a su rostro para secarlo. Su sudor era completamente frío.  Soltó un nervioso y ahogado suspiro mientras intentaba calmarse para llamar a la puerta.  Justo cuando se calmo un poco, una espeluznante voz retumbó detrás de la puerta.

—Raul, puedes pasar —.una gota fría descendió de su cabeza.

Sin perder más el tiempo y aumentando su valentía, tomó la perilla de la enorme puerta y la abrió hacia dentro. Para tensionar más la situación y aumentar su miedo, un agudo sonido de la puerta rechinar al abrirse retumbó en sus oídos. Se detuvo en seco,  miró hacia enfrente. 

Una enorme habitación abarcaba toda su vista, elegante, con una enorme mesa de cristal  al centro, encima de la baldosa reposaba una enorme alfombra hecha de pelaje de, al parecer, un oso albino-blanco. Comenzó a vagar solo con la mirada la habitación mientras se adentraba cautelosamente. Grande pinturas, al igual que en el pasillo, adornaban el cincuenta por ciento de las paredes; justo detrás de la mesa, un enorme ventanal ejercía su majestuosidad en el ambiente, iluminando todo a su paso. Prosiguió observando la elegante habitación con asombro, en el centro, un juego de sillones, de piel de tigre se hacían presentes ante sus ojos marrones.

—¿Que sucedió? —.preguntó tranquilamente y con un tono amable la  voz dentro de la habitación; sacando al joven de sus pensamientos.

Un frío recorrió toda su espina.

Atrás de la mesa, al frente de la ventana, un enorme trono se alojaba ahí. Una silla totalmente dorada, con decoraciones de un color  carmesí. En ella, de espaldas, un brazo se asomaba ante el joven; en la mano sostenía una copa de vino tinto.

—S-señor...es..te —comenzó a titubear.

—¿Podrías hablar claro?  —.interrumpió calmadamente.

—S-si Señor... venia a informarle de un saqueo, esta tarde en uno de nuestros recintos en el pueblo —.De pronto la silla se volteó.

Un hombre con cabellos totalmente blancos, pero no aparentaba tener mas de cuarenta años, miró  al joven de una manera curiosa. Sin cambiar en ningún momento su semblante tranquilo.  Vestía de manera muy formal, con un traje negro, una corbata del mismo color con una camisa blanca la cual hacia un buen contraste con su piel. Tenia una pierna encima de la otra, con la copa de vino en su mano izquierda la cual se movía tranquilamente de izquierda a derecha.

—Acaso dijiste ¿Saqueo? —.preguntó  el hombre con una tranquilidad aterradora. 

—S-si...Fue está tarde, en la farmacia del pueblo —.respondió mientras escondía sus manos en sus bolsillos. El hombre suspiró.

—¿Quién lo hizo?  —.suspiró  dando un sorbo de su bebida mientras se levantaba lentamente de su trono. Comenzando a caminar alrededor de la habitación.

El joven no le quitaba la mirada de encima.

—F-fueron un p...ar de mocosos. Viven a las afueras del pueblo y tienen un  convoy del ejército —.aclaró mirando al hombre el cual se detuvo en seco.

—¿Mocosos? —.pregunto mirando detenidamente a uno de los cuadros de la habitación.

—Si mi señor. Notamos su presencia cuando «castigamos» a Arthur señor, salieron después de la farmacia con varias bolsas de medicamentos cuando terminamos con él -

—¿Y los siguieron? —.preguntó nuevamente sin dejar de observar la pintura.

—Si señor, se alojan a las afueras del pueblo. Por la colina —.respondió indicando por el enorme ventanal.

—Interesante –.dijo acercándose al joven. Lo miró  fijamente. El ambiente se tensionó -¿Me estas diciendo que saquearon uno de mis locales y que los «ladrones», viven tranquilamente en un colina con un convoy de ejército?

Un nudo se formó en garganta.

—S-si señor...pero esto no se va a quedar así -titubeo teniendo al hombre mas cerca - pagaran muy caro señor.

El hombre lo tomó del hombro tranquilamente, sin inmutarse.

—No -finalizó esbozando una sonrisa. El joven lo miró confundido - No quiero sangre, aun no. Si tienen un convoy funcionando es porque probablemente sean del ejército....tal vez tengan información y armamento útil.

El joven lo miró aun sin entender.

—Pero señor... —.el hombre lo calló.

—Solo quiero que no les pierdas de vista. Los quiero vigilados las veinticuatro horas del día, sin excepción, ¿Entendido? —.el joven tragó duro.

—Si señor.... 

—Llévate a un par de hombres para vigilar -el joven asintió -, que no sobrepasen más de cinco. No creo que nuestros «visitantes» sea una gran amenaza.

—Está entonces decidido señor, hoy mismo enviaré a un pequeño grupo a vigilar a los mocosos...

—No, va a oscurecer y no creo que sea bueno... ya sabes Raulito -tomó sutilmente su hombro con su mano libre -, por lo de el fin del Mundo y todo eso...

Sonrió cínicamente.

—Cómo usted ordene señor -.vociferó colocándose lo más firme posible -, mañana a primera hora partirá el grupo.

Ruben salió disparado  por donde había entrado, dejando al elegante hombre en su habitación. Solo se había limitado a acatar ordenes, no tenia de otra.

Caminó,  con más calma por el mismo pasillo por el cual había entrado. La mansión era enorme y obviamente lujosa. Poseía tres pisos que abarcaban alrededor de ocho habitación enormes cada uno.   Dobló por uno de los pasillos que llevaban a las escaleras al primer piso, se encontraba en el segundo.  Poco a poco unas risas sonaron de el auditorium.

Se detuvo en seco y se acercó a observar dentro de la habitación.

Abrió las puertas y un gran espacio vislumbro sus ojos. El auditorium de la mansión era enorme. Se adentró en la habitación bajando por los pequeños escalones, en el fondo, en una gran pantalla se proyectaba una película. Continuo caminando en un pequeño pasillo que llevaba a unas sillas que estaban perfectamente alineadas como un cine hogareño.

Un pequeño grupo se encontraba ahí,  riendo y bebiendo licor mientras observaban la película. Alrededor de diez hombres. Se acercó hasta uno de los hombres que se encontraba de pie.

—Novoa —.dijo tomándolo del hombro. Este se volteó.

—¿Que sucede? —preguntó en tono serio. Era el único del grupo que no reía.

El joven miró  hacia el grupo que seguía riendo sin prestar atención a su presencia. Miró nuevamente a A. Novoa y le hizo señas para hablar en privado.

—Ahora si, ¿Que sucede?

—Prepara un grupo, uno de vigilancia... -.el hombre lo miró  extrañado -. El señor ordena la vigilancia de unos invasores que pueden ser un peligro...

Novoa no dijo nada por unos momentos.

—Hecho —.respondió bebiendo de su envase.

—Que no sobrepasen los cinco hombres, mañana recibirás instrucciones a primera hora... —.finalizó alejándose de A. Novoa, sin esperar ninguna respuesta.

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